jueves, 10 de julio de 2008

la voz del silencio


La Voz del Silencio

Por Claudio Araya Véliz


“Quien no ha gustado del silencio

no saborea la palabra”

(R. Panikkar)

La forma más tradicional de comprender el silencio es como ausencia de sonidos, en este contexto encontramos la definición entregada por la Real Academia Española[i], que define silencio como abstención de hablar; falta de ruido, o efecto de no hablar por escrito.

Ya en esta definición, el silencio aparece como producto de una visión dualista y fragmentada de mundo, donde se asoma el versus, silencio versus ruido. El silencio aparece definido aquí, no en si mismo, sino como ‘carencia’ de otra cosa, ‘ausencia’ de voz, ‘falta’ de ruido, ‘efecto de no hablar’, aquí el estado de sigilo es una consecuencia del no emitir sonidos.

Sin desconocer que el silencio puede tener la faceta de ausencia, al menos superficialmente, el presente ensayo busca abordarlo desde otra perspectiva, donde palabra y silencio están entrañable e indisociablemente unidos, donde la palabra y silencio no son dos conceptos opuestos, sino que recíprocos y necesariamente complementables.

Nos acercaremos al tipo de silencio que podemos encontrar en nuestra experiencia cotidiana, un silencio complejo, conjugado, yuxtapuesto y relacionado con el decir, de alguna forma, nos acercaremos a observar la danza entre el logos y el ‘Silentium’[ii], tratando de describir el tipo de bailarín que es el silencio y el lugar que ocupa en esta danza.

Dando un paso más allá, buscaremos también acercarnos a una de las facetas más difíciles de contemplar del silencio, cuando este se transforma en un espacio profundo y contenedor, cuando el silencio permite que se manifieste el ser, lo genuino de los seres.

En el presente ensayo, primero se revisarán y explicitarán algunos aportes preliminares que puedan darnos luces para realizar una construcción no dualista del silencio, llamando a este apartado Primer acercamiento al silencio, posteriormente, revisaremos el estar en silencio desde tres perspectivas: La perspectiva individual, titulándola Silencio e interioridad; luego el silencio y mi relación con otro, llamando a este apartado: El Silencio en el encuentro con lo otro, para finalmente pasar a revisar el silencio y su manifestación en el mundo, llamando a este tercer apartado: ‘Silencio en el mundo[iii]. Concluiremos el ensayo presentando una concepción diferente de silencio. Expondremos la necesidad de que el silencio profundo se transforme en un espacio para ser habitado sin dualidades y con autenticidad.

1. Primer acercamiento al silencio

“Un libro sobre el silencio no deja de ser una contradicción, pero es contradiciéndole como se le entiende y afirma: el salto a la realidad es un salto mortal. No hay otro testimonio posible que el de la muerte”.

(R. Panikkar)[iv]

Si nuestro mundo está infiltrado por el lenguaje, elemento omnipresente en nuestra vida: ¿Cómo hablar de los sentidos del silencio?

El lenguaje es una herramienta que al mismo tiempo nos permite observar, estar en el mundo, y por otra parte nos impone límites insoslayables, nos limita nuestra libertad cuando debemos servirnos a él para acceder a cualquier realidad, especialmente aquí, en un ensayo que busca acercarse al fenómeno del silencio.

Ante este disyuntiva, aparecen dos opciones: la primera es renunciar a describir al silencio con palabras, dejar el silencio en el silencio y hacer lo hacen algunos poetas, simplemente callar, dejar al silencio en el ámbito de lo inexpresable; la segunda alternativa en cambio, implica asumir la contradicción de hablar del silencio, considerando las limitaciones de este acercamiento, la cual viene a ser la elección asumida en la presente obra.

En el presente ensayo no buscaremos hacer una apología del silencio, sino más bien proponer al silencio como un espacio singular de experiencia, como un espacio articulador con una importancia comunicativa fundante.

Buscando un espacio para el silencio:

¿Por qué se dice romper el silencio

y no liberar el silencio?

(Pedro Zaraluki)[v]

Generalmente, se asocia el silencio al sentido auditivo, a nuestra capacidad de oír, o más precisamente el silencio se ha entendido como no escuchar.

Etimológicamente el término silencio proviene del griego ‘Silentium’ [vi] que significa dos cosas: falta de ruido y callar.

En la primera acepción ‘falta de ruido’, existe una definición negativa[vii] del término, mientras que en la segunda acepción, no necesariamente existe una visión dualista.

Callar se transforma en una acción, decidida, elegida, libre, limitada al ámbito humano.

Desde la perspectiva dualista que está a la base de la primera acepción, el silencio es ausencia de sonido, ‘la ausencia’ o falta de ‘algo’, silencio es ‘nada’ de sonido.

Como es fácil de concluir, desde esta perspectiva de ausencia, el silencio es ignorado, incluso se podría afirmar que no es aprehensible en si mismo, sólo es comprendida una baja en el volumen del ruido, como entidad autónoma no es legítimo hablar de él.

Desde la acepción de callar, no necesariamente dualista, es posible sostener que tanto el sonido como el silencio son acciones, y no acciones separadas, sino que íntimamente relacionadas; no puede haber una sin que esté presente la otra.

“Toda palabra es duda, todo silencio es otra duda, sin embargo el enlace de ambas nos permite respirar”

(Roberto Juaroz)[viii]

El filósofo Italiano Sciacca defiende esta interpretación no dualista cuando dice:

“El lenguaje es continuo, silencio y palabra, el silencio no interrumpe el habla, lo hace posible”

(Sciacca)[ix]

La palabra y el silencio están íntimamente unidos en una trama de sentido, que viene a denominarse lenguaje; es una ilusión comprenderlas como entidades separadas.

“El lenguaje no es sólo palabras habladas, pictóricas, musicales. Etc.: es palabra y silencio juntos; no hay palabras sin silencios, el silencio está en el interior de cada palabra (…) es puente de unión entre los sonidos. Los “vacios” de sonido son el “pleno” de los sonidos; las sombras del cuadro son el realce de los colores, las pausas en la música el latido de las notas”

(Sciacca)[x]

El silencio, mal o bien emparentado al sonido, a jugado un papel particularmente polémico en el ámbito de la música.

En lo musical, el silencio puede ser entendido como las pausas entre un sonido y otro, como las comas en la gramática musical, como la pausa o el respiro del músico, sin embargo, también se ha entendido como un componente vital de una melodía, y aún más, como el elemento fundante junto a los sonidos del fenómeno musical.

En palabras del músico Vienes Weber el silencio es un elemento de la composición que forma parte primordial del propio entramado.

De esta postura tenemos como exponente a Gustav Mahler, quien en el siglo XIX incluyó cinco minutos de silencio entre el primer y el segundo movimiento de su segunda sinfonía. Actualmente la música atonal es una referente en la búsqueda del silencio a través de la música.

Más contemporáneamente el músico Norteamericano John Cage[xi] ha compuesto melodías donde el silencio juega un papel capital. A este músico no sólo le interesan los silencio oportunos que puedan hacer resaltar en profundidad una nota, sino el silencio como un configurador esencial de la pieza musical, donde este adquiere un significado particular dependiendo del contexto de la pieza[xii].

El misterio de lo musical pareciera radicar en lo inaccesible de su sentido y en su carácter efímero y transitorio, que se va manifestando instante tras instante, el sentido profundo de lo musical se da gracias al enlace entre lo dicho y lo no dicho, entre el sonido emitido y el callar manifestado.

Santiago Kovadloff[xiii] concluye:

"...hacer música —tanto como escucharla— equivale, para mi, en lo profundo, a guardar silencio”

2. Silencio e ‘interioridad`

“El silencio es la matriz de toda palabra auténtica”

(Jaen)[xiv]

Desde la mirada del mundo ‘interior’, el silencio es un espacio de profundidad, donde se puede manifestar el propio ser. Así parece ser señalado por los dos grandes filósofos del lenguaje del siglo XX, Martín Heidegger y Ludwig Wittgenstein.

El primero hace referencia a aquel silencio que está cargado de significado y que se diferencia del mero mutismo.

“El mudo quiere hablar pero no puede, el que calla puede hablar pero no quiere, y es, precisamente, ese carácter de elección voluntaria el que carga de significado el silencio”

(Heidegger)[xv]

Por su parte Wittgenstein, reflexiona sobre los límites de la Ciencia y de la Lógica, y señala, tanto en su primera formulación, fundadora de la filosofía del lenguaje ideal, como en su segunda formulación, donde fundamenta la tesis de los Juegos de lenguajes, que la palabra tiene un lugar limitado, y que sobre varias materias, es mejor resguardarse en el silencio.

Como muestra de esto, está la ya famosa alocución del parágrafo 7 del Tractatus logico-philosophicus, que indica:

“De lo que no podemos hablar más vale guardar silencio”.

(Wittgenstein)[xvi].

El silencio es una de las condiciones esenciales que permiten que el ser se manifieste con propiedad, por supuesto, también se expresa en el logos, en la palabra, pero antes ha de manifestarse, más primigeniamente en el silencio, Nietzsche señaló:

“El camino a todas las cosas grandes pasa por el silencio”.

No hay que ir muy lejos para poner la anterior afirmación a prueba, basta mirar a una madre o un padre sosteniendo en sus brazos a un hijo recién nacido, ver como se contemplan mutuamente y se reconocen, ver como ese niño le sonríe. Aquí, Madre e hijo, sin decir palabra alguna se comunican. Este es un buen ejemplo de que no se requieren palabras, sino silencio para comunicarse, se necesita un silencio que permita que la presencia del otro se revele.

Al hablar aquí de silencio, nos referimos a la experiencia de permanecer y aparecer, permitiendo que se manifieste el propio ser.

No es un misterio para nadie que uno puede estar en soledad, en aparente ‘silencio’, sin embargo esta soledad no garantiza en lo más mínimo estar en quietud. Estando en una habitación por ejemplo, a pesar de no existir estímulos auditivos o visuales, la persona puede estar muy lejos de estar en calma. Esta persona puede estar sumida en sus pensamientos, cavilando en lo que fue, en el pasado, o divagando en torno al futuro, pensando en planificaciones, las tareas de mañana, las actividades del próximo fin de semana; que duda cabe, nos cuesta mucho permanecer en el aquí y ahora.

El filósofo Ramón Panikkar (1997) nos aporta con una distinción interesante, él distingue tres tipos de silencio, el silencio del cuerpo, el silencio de la voz y el silencio de los pensamientos, siendo este último el más importante y al cual se subordinan los otros dos

Nuestro pensamiento muchas veces se transforma en un reflejo de lo que hemos vivido a lo largo del día, de lo que vemos, oímos y de lo que hablamos, de alguna forma, somos lo que percibimos y también somos lo que nos decimos y le decimos a los demás.

Estamos acostumbrados a volar con nuestras ideas, a perdernos en ellas, nos cuesta mucho trabajo la práctica de volver al estado presente, al silencio de este instante.

Cuando hacemos el ejercicio de volver al presente, ocurren cosas interesantes. Al principio podemos sentir incomodidad, a veces ganas de huir, pero si nos quedamos en él, lentamente el silencio puede ir calando en nuestro organismo, poco a poco, tenemos la oportunidad de volver a nosotros mismos, e irnos vaciando; podemos disminuir la velocidad en que aparece nuestros pensar.

No podemos vivir sin pensamientos, estamos en ellos, nos permiten darle sentido al mundo que vivimos, pero el silencio nos ayuda a nos ser presos de los conceptos, no ser presos de nuestra mente.

Si creemos que nuestros pensamientos son la realidad, seremos esclavos de ellos. ¿Y dónde mora entonces la libertad?, a mi parecer, yace en saber que el concepto es un concepto, no más ni menos que eso, el concepto es una distinción hecha en el mundo, pero no es el mundo.

Esta meta-distinción, la de darnos cuenta que el concepto es un concepto sólo la podemos hacer si tenemos la experiencia del silencio como trasfondo, si al estar en silencio contemplamos nuestro pensar.

Quizás por sus características, uno de los espacios privilegiados para acercarnos a la quietud del silencio sea el espacio de meditación.

“No puedes entender lo que significa “la meditación” si no estas habituado a escuchar el silencio. Su voz invita a la renuncia. Todas las iniciaciones religiosas son inmersiones en su profundidad”

(Ciorán)[xvii]

La meditación es sinónimo de estar consciente, es tener la claridad para estar presente, esté uno haciendo lo que esté haciendo.

Quizás la forma más tradicional y didáctica de meditación, donde aparece con más claridad el silencio sea la meditación sentada.

Específicamente la meditación sentada[xviii] es un espacio donde intencionalmente se dejan afuera los estímulos del mundo exterior, las imágenes y los sonidos, estamos nosotros ante nosotros mismos, nos sentamos en una postura cómoda y decidimos no huir.

Claro, podríamos igual huir, estar en todo momento en los pensamientos, irnos con ellos, creer que somos ellos; pero la postura quieta del cuerpo nos invita al momento presente, nos ayuda a darnos cuenta que hemos estado divagando con nuestro pensamiento por lugares diferentes del presente, entonces, en un segundo, tenemos la posibilidad de volver a estar aquí, donde estamos sentados, respirando, en silencio, meditando.

En este punto, presente y silencio se vuelven muy indistinguibles, el ruido pareciera no ser otra cosa que nuestra mente moviéndonos entre los recuerdos del pasado o las proyecciones del futuro, el silencio aquí no tiene que ver con ausencia o presencia de ruidos, sino que con quietud ‘interior’.

Los saltos de nuestra mente a lugares distintos del presente se transforman en ‘ruido’, sin embargo, mediante la meditación hacemos el ejercicio de volver al silencio del instante, darnos cuenta de la respiración, de la pierna, del calambre, de aquella incomodidad en la espalda.

En el silencio de la meditación, además de aparecer las tensiones corporales, las malas posturas, también aparecer los temas que tenemos pendientes, en ese silencio se van desplegando y haciendo visible nuestra más íntima condición.

El silencio y la quietud como marcos nos permiten ir tomando consciencia de las tempestades de nuestra alma. El silencio permite acoger al ruido y la tempestad, aún cuando nuestra primera reacción sea tratar de huir.

En el silencio está la oportunidad de observar que los pensamientos son creaciones realizadas por nosotros mismos. El sólo hecho de observarlo y aceptarlo les quita urgencia, de alguna forma el silencio supera al pensamiento.

“El silencio que no sólo calla la palabra, sino que sobre todo supera al pensamiento, El silencio pertenece al misterio”.

(Panikkar)[xix]

Volver al momento presente es volver a la quietud, a lo que se manifiesta delante de nuestros ojos. Meditar no es más que focalizar en la experiencia presente, no teorizarla, no relatarla, no intentar atraparla, es simplemente ejercitar el estar presente, una y otra vez. Meditar es volver a mirar donde siempre hemos estado, mirar aquello que siempre yace ahí, el instante que transcurre momento a momento.

Este silencio y este presente son curativos y terapéuticos, de alguna forma optamos por dejar pasar aquellos que nos hace sufrir, volvemos a tocar la dimensión real del presente. Particularmente interesante es que el mismo Buda definió la iluminación de un modo realista y terapéutico, alejado de definiciones mágicas y metafísicas, para el Buda la Iluminación es “detener el sufrimiento”.[xx] .

En el silencio tenemos la posibilidad de mirar nuestras viejas heridas, en el momento en que las dejamos de ocultar con el ruido y las distracciones, las heridas parecen airearse, comienza a actuar el silencio que cura.

Muchas veces, meditar o permanecer en silencio viene a ser como quitarse una antigua venda que ha cubierto una herida ensangrentada por muchos años, al quitárnosla permitimos que a la herida se oxigene, permitimos que el propio organismo despliegue sus propiedades curativas.

Como lo vemos, el Silencio no tiene necesariamente que ver con el ruido o los sonidos físico, tiene más bien que ver con nuestra capacidad de permanecer quietos, incluso si hay ruido en el ‘mundo exterior’.

3. El Silencio en el encuentro con lo otro.

Cuando queremos ver a un otro lo más cercano a lo que esa persona es, tenemos que dejar de lado nuestros diálogos mentales, y comenzar a darle espacio y tiempo al otro, sólo cuando hay silencio ‘interior’ en nosotros, puede aparecer genuinamente el otro.

El silencio es la condición de posibilidad para darle lugar a la ‘realidad’ y a la palabra del otro y lo otro[xxi].

El filósofo Alemán Scheler[xxii] lo destaca:

“La comprensión de uno mismo, que es la primera condición requerida para que una persona pueda hacer entender a otra (…) lo que es, lo que piensa, lo que desea, lo que ama, etc., depende, y muy estrechamente de la técnica del silencio”.

(Scheler)

Puede producirse un encuentro muy genuino cuando mi silencio se encuentra con tu silencio, cuando tú estás presente sin decirme nada y cuando yo estoy presente para ti, sin decirte nada. Sin huir, sin ir a ninguna parte.

Para ‘soportar’ los silencios del otro, para poder caminar por el parque con un amigo sin llenar los vacios con palabras, por la incomodidad del silencio, necesito en primer lugar aprender a convivir con mis propios silencios, y así poder compartir los silencios del otro.

Quisiera compartir una experiencia personal un tanto forzada de silencio, que ilustra lo anteriormente dicho:

En el mes de Julio del 2007, tras un año de preparativos, viajé a un lugar llamado Aldea de los Ciruelos, ‘Plum Village’ ubicado al sur de Francia.

Este lugar es un monasterio Budista ubicado a unas siete horas de París en tren. Allí se realizan durante un mes de verano, un retiro de plena consciencia. En estricto rigor no son retiros de silencio y aislamiento, sino más bien son encuentros donde se busca estar consciente durante todo el día y en cada cosa que se haga: Caminar conscientemente, lavarse los dientes conscientemente, comer conscientemente, hablar conscientemente, etc.

Para poder permanecer en este lugar por un mes, formé parte del equipo que ayudaba a preparar las actividades, fui parte del Staff, asignándome a la cocina.

Eran tantas las personas que participaron en este retiro, entre mil a mil quinientas por semana, que para poder cocinar se formaron cuatro equipos. Nos íbamos rotando cada cuatro días, y durante ese día teníamos la responsabilidad de preparar el almuerzo y la cena de todos los participantes.

El equipo de cocina que yo integraba estaba compuesto por siete personas, seis Monjes vietnamitas y yo. Como se imaginarán, la comunicación hablada era imposible; de pronto me vi trabajando con estos seis Monjes vietnamitas, con quienes me tenia que coordinar.

Aparte de algunas palabras sueltas en ingles que compartíamos, nuestra comunicación se dio forzosamente sin palabras, con gestos, señas, y sobre todo estando en silencio.

Para mi fue una experiencia muy poderosa, el día de trabajo en la cocina era un día muy duro, lavar enormes ollas, cortar cientos de zanahorias y otras verduras, que serían el alimento de ese día de los participantes del encuentro, durante un mes tuve que aprender a convivir con la presencia y el silencio compartido de mis compañeros de equipo.

Por supuesto, entre los Monjes cocineros hablaban entre si, y mucho, pero como era de esperarse, lo hacían en vietnamita. Yo no tenía a nadie a quien hablarle en español en la cocina y no entendía ni una pizca de vietnamita.

En esta cocina se me hizo más evidente que nunca, que cuando no hay palabras, o estas resultan insuficientes, aparece con especial relevancia el lenguaje no verbal, aparecen el cuerpo: mi rostro, mis manos, mis gestos…tu rostro, tus manos, tus gestos…nuestras presencias.

Como el trabajo en la cocina era duro, generalmente hacíamos las tareas de a dos personas. Allí compartir con uno de los Monjes del equipo llamado Phap Hien.

Es un monje de unos 50 años aproximadamente, robusto, de piel morena. Con él fregábamos las monumentales ollas de acero, o pelábamos los que parecían inacabables kilos de zanahorias o pepino. Él se me acercaba cuando estaba muy cansado y simplemente me daba unas palmaditas en la espalda, en silencio. Ese gesto me estremecía mucho en los momentos de cansancio físico.

Él a veces se me acercaba y me decía unas pocas palabras en inglés: ¡¡¡Good Team, Good Team!!! ‘¡¡¡Buen equipo, buen equipo!!!’.

Uno de los momentos más emocionantes durante mi estancia en la Aldea de los Ciruelos ocurrió cuando llegó el momento de despedirme, al concluir el mes de retiro.

Tras haber trabajado juntos ese mes, con Phap Hien nos habíamos hecho amigos, una amistad silenciosa, ya que sólo habíamos intercambiado algunas palabras sueltas en un idioma que no era ni el de él ni el mío.

Antes de partir lo busqué para despedirme, lo encontré sentado debajo de un árbol, descansando, no me recuerdo muy bien lo que le dije, o si le dije algo siquiera, le expliqué con algunas palabras en inglés que en ese instante me iba, le traté de explicar que le venia a agradecer haber trabajado juntos.

Recuerdo que el juntó la palma de sus manos y acercó su frente y mi frente, y así se quedó unos cuantos segundos en silencio, luego puso sus manos en mis orejas.

Por unos cinco segundos estuvimos con los ojos cerrados y en silencio. Yo primero me sentí un poco incómodo y extrañado, pero luego me quedé ahí, respirando, algo nervioso, sintiendo también el agradecimiento a esa persona que estaba delante mío y de quien me había echo amigo.

Sé que puede sonar un poco extraño, pero hoy, al volver a escribir sobre ese instante vuelvo a sentir aquel agradecimiento en el cuerpo, revivo la franca calidez y la incansable sonrisa de ese Monje, de este amigo con quien compartí, fundamentalmente silencio.

4. Silencio en el mundo exterior

“Época pobre de palabra y rica de voces”

(Sciacca)[xxiii]

No es un misterio para nadie que en el mundo occidental el silencio está valorizado negativamente, prueba de ello es la paulatina deshumanización y la priorización de la imagen y la máscara.

Hoy en día, pareciera existir un enorme temor al silencio, una fobia, Panikkar lo denomina Sigefobia.

“La Sigefobia, el miedo al silencio, es una de las enfermedades del hombre moderno. El silencio le aterra, ya no por temor a un Dios silente que pueda castigarlo, sino porque este silencio le revela la ausencia de Dios”

(Panikkar)[xxiv]

Esta Sigefobia está provocando, lo que Panikkar llama logomaquia, que es atender a las palabras pronunciadas y no a su fondo.

“La Sigefobia- el miedo al silencio- es una de las enfermedades del siglo. Esta fobia al silencio- Sigefobia conduciría al hombre moderno a la logomaquia”.

(Panikkar) [xxv]

Si nuestro contexto es desordenado, movedizo y bullicioso no podemos esperar que nuestro espíritu permanezca quieto, nuestra presencia y nuestro entorno no son dos entidades separadas. Si nuestra casa está en silencio es mucho más probable que nuestro espíritu también lo esté, y viceversa.

Mirándolo desde una perspectiva más amplia, somos nosotros quienes construimos los contextos en los cuales vivimos, y somos nosotros quienes lo mantenemos así, el mundo es un reflejo de nuestra intranquilidad y huida.

En las grandes y pequeñas ciudades, el silencio se está convirtiendo en un lujo y está, podríamos decirlo, en peligro de extinción.

En Santiago por ejemplo, el silencio es un bien extraordinariamente escaso, ni siquiera en las mañanas es fácil permanecer en silencio, durante los días de semana, desde muy temprano, se puede escuchar los sonidos de los vehículos dirigiendo a los pasajeros a sus lugares de trabajo, las micros, el metro ya están repletos de personas apuradas trasladándose. He visto a personas a las seis y media de la mañana apuradas, ¿puede alguien ya estar atrasado a las 6:30 A.M?

En el tiempo libre, el silencio parece ser algo insoportable, las personas encienden sus televisores, las radios de los automóviles, en el metro o en la micro las personas se ‘enchufan’ los audífonos con música de sus MP3 e Ipod.

Hoy, incluso al interior de los medios de transporte no existe la posibilidad de estar en silencio, sin estímulos exteriores. En el metro por ejemplo, además de los afiches, hoy aparecen televisores, tanto en los andenes como al interior de los mismos vagones, ni hablar de la publicidad al interior de los túneles.

¿Dónde puede estar una persona si quiere permanecer en silencio?, ¿Tendremos que grabar en los MP3 pistas de silencio?

El filósofo George Steiner en un diario Español describe la situación de nuestra cultura occidental moderna:

“Vivimos en un mundo en el que el poder más terrible es el ruido. El Silencio es el lujo más caro. Tienes que ser muy rico para no oír la música del vecino. Los niños tienen terror al Silencio, pero los mayores también. Por eso nos ponen música en los ascensores”. (Steiner)[xxvi]

¿Dónde puedo ir si quiero estar en silencio?, ¿tengo que viajar fuera de la ciudad?, lo ideal sería no tener que ir a ningún lado.

No podemos negar que estar en silencio es una necesidad, porque en el silencio aparecemos nosotros, nuestra individualidad, y no podemos vivir sin nosotros, necesitamos estar con nosotros mismos.

Hoy en día es en la ciudad donde más se necesita silencio, hoy las personas necesitan construir espacios de serenidad, sin estímulos, sin publicidad, sin ruido.

Por volver a contactarnos con la naturaleza y con nosotros mismos, es que durante los fines de semana con festivos, o durante la época estival, las estaciones de buses y carreteras se atiborran de personas, cientos de individuos tratan de salir de Santiago, buscando lo que no se encuentra en la ciudad.

¡Menuda paradoja! Por esos días las playas, el campo, los campings se saturan de personas buscando soledad y silencio.

Para quienes nos hemos quedado en la ciudad esos días, somos testigos que esta retoma un tono más amigable y silencioso.

Hoy, tenemos el desafío y la necesidad de crear espacios de silencio en nuestras vidas y en nuestras ciudades, y el primer paso es volver a nosotros mismos, transformar el silencio en nuestro primer hogar.

5. Volviendo al silencio, volviendo a nuestro hogar

Como lo hemos revisado, hoy más que nunca necesitamos volver a refugiarnos en nuestro silencio. Hoy, producto del incontable número de distracciones, tareas y estímulos, necesitamos con más urgencia que nunca volver a tocar nuestras genuinas necesidades, contactarnos con nuestra respiración, con nuestra corporalidad, y simultáneamente, sentir que estamos de pie en un entorno dado, volver a sentir la ciudad, los ríos, los árboles, los pájaros.

Construir y cuidar espacios de silencio resulta de vital importancia para nuestra salud física y mental, volver al silencio terapéutico, lograr detenernos y descansar profundamente.

Cuando aparece el silencio, cuando el movimiento se detiene, recién en ese instante la presencia genuina aparece.

Dejarnos tocar por el silencio es sinónimo de permitirnos volver a nuestro hogar.

¿Y dónde está nuestro hogar?, si observamos profundamente, veremos que nuestro hogar está en cualquier lugar, o más precisamente, nuestro hogar es nuestra capacidad para estar serenos.

Así como cuando tras un día de lluvia y tempestad volvemos a casa, al llegar, nos damos cuenta que el viento abrió las ventanas y las puertas de par en par, dejando al interior todo desordenado, frio y húmedo.

Al ingresar, tenemos la posibilidad primero, de cerrar la puerta y las ventanas, luego podemos recoger los papeles y ordenarlos, seguidamente, podemos cambiarnos la ropa húmeda y encender la estufa o la chimenea, Prendemos la cocina y nos preparamos alguna comida caliente, por ejemplo una sopa.

Poco a poco, el lugar que antes estaba húmedo, desordenado y frio, vuelve a ser nuestro cálido hogar, Con los minutos nos temperamos y nos sentimos cómodos nuevamente, nuestro cuerpo comienza a calmarse.

Del mismo modo que en esta imagen, el silencio es nuestro hogar ante la lluvia tempestuosa, ante un torbellino de estímulos y publicidad, y ante los ruidos que nosotros mismos emitimos. Volver al silencio es volver a tomar refugio en nosotros mismos.

Volver a nuestro hogar no es algo distinto que volver al propio silencio, profundo y sereno.

Hoy, más que nunca, como individuos, como integrantes de una familia, de grupos pequeños, de comunidades y como habitantes del planeta entero (Nuestro gran hogar), necesitamos volver a tomar refugio con aquel silencio que cura, en el silencio que está al interior de nosotros mismos.

No hay que ir a ningún lado, ya está aquí, en tu respiración, en este momento.

Estoy seguro que tú, en este instante, puedes escuchar con mucha claridad la voz de este silencio.

“Si no pudimos ser unánimes

moviendo tanto nuestras vidas,

tal vez no hacer nada una vez

tal vez un gran silencio pueda

interrumpir esta tristeza,

este no entendernos jamás

y amenazarnos con la muerte,

tal vez la tierra nos enseñe

cuando todo parece muerto

y luego todo está vivo”

(Pablo Neruda)[xxvii]



Notas de Referencias:

[i] Real Academia Española, www.rae.es, vigésima segunda edición.

[ii] El término silencio proviene del sustantivo latino ‘Silentium’, que significa: falta de ruido y/o callar.

Mateu, R (2001) El lugar del silencio en el proceso de comunicación. Tesis doctoral Departamento de Filología Clásica francesa e Hispánica.

[iii] Por supuesto que esta distinción es arbitraria y tiene por única finalidad ordenar la exposición de argumentos. No pretende en ningún caso buscar presentar una visión fragmentada del silencio.

[iv] Panikkar, R (1997) El silencio de Buddha. Una introducción al ateísmo religioso, Madrid: Siruela.

[v] Zarraluki, P (1994) La historia del silencio, pp. 21. Barcelona: Anagrama

[vi] Mateu, R (2001) El lugar del silencio en el proceso de comunicación. Tesis doctoral Departamento de Filología Clásica francesa e Hispánica.

[vii] El silencio definido negativamente en el sentido que el silencio está definido como falta o carencia de otra cosa, en este caso de ruido, que no está definido en si mismo.

[viii] Juarroz, R (1991) Poesía vertical (antología) edición de F.J Cruz Pérez, Madrid: Visor

[ix] Sciacca M, F (1961) El silencio y la palabra (Como vencer en Waterloo), pp. 99, Barcelona: Miracle.

[x] Sciacca M, F (1961) El silencio y la palabra (Como vencer en Waterloo), pp. 96, Barcelona: Miracle.

[xi] Algunas de piezas son: piezas números y 4’33’’. Octavio Paz le dedico un poema en su obra: Lectura de John Cage, allí señala:

“La música inventa al silencio/La arquitectura inventa al espacio (…)/La música no es una idea/Es movimiento/Sonidos caminando sobre el silencio./Silencio es música/Música no es silencio/Nirvana es Samsara/Samsara no es Nirvana./(…)Música no es silencio/No es decir/Lo que dice el silencio /Es decir/

Lo que no dice./Silencio no tiene sentido/Sentido no tiene silencio/Sin ser oída,/La música se desliza entre ambos (…)/La música es real/El silencio es una idea/John Cage es japonés/Y no es una idea. (Octavio Paz, 1998)

[xii] Un ejemplo del papel capital del Silencio en la obra de Cage se ejemplifica en su obra 4’ 33’’, durante la cual el ejecutante se limita a levantar la tapa del teclado de su piano, dar vuelta las páginas de una partitura en blanco y observar su cronómetro hasta volver a cubrir las teclas, una vez agotado el tiempo de la pieza.

[xiii] Kovadloff, S (1993) El silencio primordial, Emecé, Buenos Aires.

[xiv] Jaen, M, La crónica, camino de perfección, 19/11/1998, pp.16, El País.

[xv] Heidegger En Mateu, R (2001) El lugar del silencio en el proceso de comunicación. Tesis doctoral Departamento de Filología Clásica francesa e Hispánica.

[xvi] Wittgenstein, L (1987) Tractatus Logicus Philosophicus, Madrid: Alianza Universitaria.

[xvii] Ciorán, E, M, El ocaso del pensamiento, Barcelona, Tusquets editores.

[xviii] Por meditación sentada se entenderá la meditación que se practica en varias tradiciones y que tienen en común que la persona se haga consciente de su estar presente, en esta meditación la persona se sienta cómodamente en un Cojín, Zafu o silla, con la espalda erguida, ojos entreabiertos y en una actitud de dejar pasar los pensamientos, practicando el volver a estar presente.

[xix] Panikkar, R (1997) El silencio de Buddha. Una introducción al ateísmo religioso, pp.265,Madrid: Siruela

[xx] Eckhart Tolle, El poder del ahora, un camino hacia la realización espiritual, pp.2, grupo editorial Norma.

[xxi] Por “otro” se entenderá, además de otra persona, cualquier otra manifestación en la naturaleza, además del ser humano, plantas, animales y/o minerales.

[xxii] Tacussel, A (1994) Las leyes de lo no dicho, notas para una sociología del silencio. Revista de Occidente.

[xxiii] Sciacca M,F (1961) El silencio y la palabra (Como vencer en Waterloo), Barcelona: Miracle

[xxiv] Panikkar, R (1997) El silencio de Buddha. Una introducción al ateísmo religioso, Madrid: Siruela.

[xxv] Logomaquia, Del gr. Altercado, Atender a las palabras pronunciadas, y no al fondo del asunto. Extraído de: Real Academia Española, www.rae.es, vigésima segunda edición.

[xxvi] En Entrevista a George Steiner, Mora, M “George Steiner, El último sabio propone el humor y el Silencio como recetas para vivir”. El País 17/01/2001. Diario el País.

[xxvii] Pablo Neruda (1976), Estravagario, pp. 76, Lumen, Barcelona.

miércoles, 9 de julio de 2008

El mayor avance es detenerse



El mayor avance es detenerse

Ana Andaur Rodríguez

Claudio Araya Véliz

Hoy en día, como personas e integrantes de esta sociedad, nos vemos enfrentados a un sinnúmero de problemas. A nivel personal: Estrés, desmotivación, sentimiento de vacío, incomunicación tanto a nivel familiar como también en otras relaciones significativas, consumismo, entre muchos otros problemas. En un nivel más social: Desigualdad, pobreza, una severa crisis ecológica producida por la contaminación y la excesiva concentración de CO2 en la atmósfera, lo que está produciendo catastróficos efectos debido al calentamiento global, desastres naturales, escases de recursos, etc.

Siendo conscientes de estas problemáticas, y tratando de observar cómo se vinculan unas con otras, y cuál puede ser una epistemología que nos permita ir construyendo soluciones, es que ha aparecido a nuestro rescate un concepto que es, a nuestro juicio, sencillo pero complejo de implementar, además en principio puede parecer contra intuitivo, pero luego de prestarle atención podría delinear un sendero que nos guie a afrontar estas dificultades. El concepto al que nos referimos es el de Mantenimiento sustentable”.

Permítannos comenzar con una reflexión personal…

En nuestra vida cotidiana nos cuesta detenernos, mirar qué nos ocurre, volver a sentir nuestra respiración, como está nuestra mandíbula, apretada, tensa o relajada, olvidamos nuestro cuerpo, si nuestra espalda esta tensa o nuestros ojos están cansados. Tendemos a estar “haciendo” más que “siendo”, nuestra actual sociedad además incentiva este “hacer”. Tendemos a estar afuera, ocupados o preocupados más que dándonos cuenta de lo que nos está ocurriendo, de cómo, por ejemplo, el estar sentados ante un computador por más de tres horas, inevitablemente nos llevará a contracturar nuestros hombros, cuello, espalda, y varias zonas de nuestro cuerpo que no fueron hechas para estar en aquella posición por más de 1 hora o quizás incluso menos. Sin embargo, cuando volvemos a la respiración nos damos cuenta de estas tensiones; aquí detenerse suele ser la solución más conveniente y menos costosa a nuestras tensiones, a partir de ahí podemos comenzar a relajarnos, e incluso, si damos un paso más allá, al detenernos incluso podríamos hacernos conscientes de cual es el origen de nuestras tensiones, en el ejemplo pasar tantas horas sentados frente a un computador.

Tendemos, y lo hemos aprendido así, a creer que tenemos siempre que tender a hacer, a crecer o avanzar. En la educación a nuestro modo de ver estuvo presente un implícito de progreso o desarrollo, sin tener necesariamente claro cual era la dirección de ese “desarrollo”. De alguna forma, desde muy niños caminamos hacia algún lugar, sin tener necesariamente claro hacia qué lugar. (Nos imaginamos que a muchos les pasará lo mismo).

A veces a esta meta o fin se le llama éxito, ¿Pero qué realmente es? ¿Mayor status social, económico o que? ¿Cuándo uno sabe que ha llegado? ¿Hay realmente un final o es simplemente una progresión de deseos a satisfacer que tienden al infinito?, y seguir esa tendencia ¿significa genuinamente crecer o desarrollarse?

Debido a las dificultades enunciadas al principio, y a muchas otras que seria interminable enumerar, creemos que lo que necesitamos es un cambio a nivel paradigmático, cuestionarnos la idea fuerza implícita de desarrollo, y volver a re-valorizar el equilibrios, la re-utilización, quizás desarrollar una filosofía del “mantenimiento sustentable”.

Como lo vemos hoy al menos, caminar hacia un mantenimiento sustentable es uno de los caminos posibles para enfrentar los graves problemas que estamos viviendo como personas y como sociedad, y que hoy, como en ninguna otra época, están afectando a todo el planeta, por lo que necesariamente requiere también una respuesta al mismo nivel, es decir, una respuesta unitaria y global. A nuestro parecer, este concepto podría contribuir tanto en un nivel global como en un nivel más individual y concreto, podría contribuir a mejorar la calidad de vida en nuestra vida cotidiana.

Renunciar a la idea de seguir creciendo, sin dudas es una idea que hoy parece antojadiza y demasiada descabellada, es romper con una continua cadena de acciones y no es un mero cambio de dirección o velocidad, es más radical que eso, es decidir parar. El mantenimiento sustentable equivale a cuestionar la noción de progreso que aún aparece implícita en el concepto de desarrollo, y busca revalorizar lo que ya se posee, equivale a decir “así como estoy, estoy bien, no necesito más”, “no necesito continuar progresando”, elijo no ser o querer más como intento de solución. A mi parecer es un cambio de nivel lógico, lo que en equivale a un cambio del cambio, en pensamiento sistémico se denominaría realizar un cambio tipo 2”[1].

Lo que a continuación quisiéramos hacer, es enunciar algunas ideas en torno al concepto de Mantenimiento sustentable.

“Mantenimiento sustentable” es un concepto derivado del concepto “desarrollo sustentable”, aunque en algún sentido busca trascenderlo. “Mantenimiento sustentable” y “Desarrollo sustentable” tienen una cosa en común y una fundamental diferencia.

Lo que tienen en común es el adjetivo de “sustentable”, que hace referencia a que no se puede explotar todos los recursos hoy, sin considerar las repercusiones que este actuar pueda tener en el futuro cercano, mediano o lejano. Sin dudas el concepto de desarrollo sustentable vino a dar un significativo aporte, una reflexión necesaria ante el concepto de puro “desarrollo” sin adjetivos, y es que es una contribución en el sentido de que se evalúa positivamente crecer, pero siempre y cuando ese crecimiento este ligado a no hipotecar posibles futuros desarrollos. En el desarrollo sustentable sin embargo no se cuestiona el concepto de desarrollo, se da por sentado, hay que continuar creciendo, ser más grande. Es en este último punto donde “Mantenimiento sustentable” y “Desarrollo sustentable” se diferencian. “El Mantenimiento sustentable” viene a cuestionar este implícito de desarrollo. Desarrollo posee una noción implícita de crecer, y nosotros nos preguntamos: Si todos queremos crecer: ¿Qué ocurrirá cuando tu crecimiento interfiera con el mío?, ¿en término de recursos por ejemplo?, o ¿Qué ocurrirá cuando no haya donde crecer?, ¿pensaremos en otras fronteras?. De alguna forma, nos guste o no, en el núcleo conceptual del “desarrollo” continua estando implícita una filosofía positivista de progreso, con una natural rivalidad o competencia, también en la noción de desarrollo se puede leer una carencia presente, de colocar el foco en el futuro más de lo que se tiene hoy, pero ¿Cuál es el sentido de sólo continuar creciendo indefinidamente? ¿No se podrá aspirar a conservar un equilibrio que otorgue más sentido y a la vez logre ser ecológico[2]?

La biología nos enseña que todo organismo que está vivo tiene que tener movimiento, mantener un equilibrio homeostático[3]. Este “mantenimiento” a nuestro parecer es un concepto vivo, dinámico; contrariamente a lo que podría creerse, requiere de mucho intercambio de energía y recursos, mantenerse en un estado presente y equilibrado.

En las ciencias sociales el mantenimiento sustentable no es para nada un concepto nuevo, está presente con otro nombre en varias culturas milenarias, tanto de Occidente como de Oriente. En el pensamiento occidental lo apreciamos, por ejemplo, en las filosofías Epicúreas y Estoica, que surgieron en el periodo Helenista, una época llena de confusión y dudas, con el que se pueden hacer varias analogías con el mundo actual. Ambas filosofías buscaban dar respuesta a la pregunta: ¿Cómo vivir mejor?, como respuestas aparece dos sistemas filosóficos que aspiraban a alcanzar la Ataraxia, un estado de imperturbabilidad y serenidad, buscaban alcanzar un equilibrio emocional mediante la disminución de las pasiones y necesidades, algo muy cercano a lo que hoy llamaríamos un “equilibrio sustentable”, con un mayor énfasis individual en el Epicureísmo, y con mayor énfasis social en el Estoicismo, tanto en el “hedonismo filosófico” Epicúreo, como en la “renuncia Estoica” existe sin dudas un intento de dar una respuesta mediante un equilibrio sustentable ante la búsqueda de un buen vivir.

En la tradición filosófica Aristotélica, en su concepto de Ocio en contraposición al Neg-ocio (negación del ocio) también podemos rastrear ciertas raíces de este mantenimiento sustentable. Un ocio filosófico que no tiene la misma connotación negativa que hoy tiene en nuestra cultura utilitarista, guarda relación con un cultivo y mantenimiento dinámico, tener lo necesario para disfrutar este momento presente, de acuerdo a nuestras necesidades para poder cultivar el ocio, y desarrollar así el amor por la sabiduría (la filosofía), que sólo a través de esta vía era posible de realizar y que sólo los sabios eran los afortunados de poder llevarlo a cabo. Sólo ellos podían cultivar ese espacio para reflexionar sobre lo esencial de la vida y experienciarlo. Por supuesto que esta visión de hace más de 2300 años ha sido complejizada por los hallazgos de las ciencias modernas y complementadas por las filosofías modernas.

Por su parte, en la tradición cultural de Oriente, aparece con más claridad y crédito la idea de “mantenimiento”, presentes por ejemplo en las tradiciones budistas y taoístas.

En el Budismo aparece en la riqueza del estar presente, de tomar sólo aquello que necesitamos, he incluso en el concepto de Karma, entendido como ser conscientes de los efectos futuros que tienen nuestras acciones presentes.

Volviendo al concepto de “mantenimiento sustentable”, éste implica necesariamente revisar y cuestionar la idea de crecimiento y desarrollo como única vía a futuro, ya que ambas, en su núcleo conceptual implican un estado presente insatisfactorio o al menos neutro, y un futuro a alcanzar, distinto y “mejor” o “con más” , “mas pleno” “Con mas de aquello que hoy no tenemos”.

El “Mantenimiento sustentable” necesariamente requiere cambiar esta mirada lineal y cualitativamente separadas de presente y futuro, esta nueva mirada busca una valorización del presente como un estado donde ya se tiene lo fundamental, no se necesita ir a otro lado o estar en otra situación, no está en alcanzar en un estado futuro la respuesta, la respuesta se da en prestarle atención al presente. En este volver a mirar el concepto de mantención se vuelve paradójicamente dinámico. Deja de lado, o mas bien trasciende (no niega ni desconoce, sino que supera) las proyecciones futuras, invita a abrir los ojos ante las necesidades actuales, en función del mantenimiento del bienestar y el equilibrio, en un sentido práctico, con el mantenimiento sostenible, presente y futuro acercan, se vuelven interdependientes e integrados, el estado presente y el estado futuro están ineludiblemente unidos.

Sería ir en contra de aquella Maquiavélica afirmación: “El fin justifica los medios”, que por muchas otras razones ha sido muy condenada, pero que sin embargo seguimos utilizando sin darnos cuenta, por ejemplo, continuamos estresamos, deprimiéndonos, deterioramos algunas relaciones con otros, entre muchos otros efectos que tienen estos medios para conseguir un “mayor desarrollo”, para que nos aumenten el sueldo, para ser el empleado o empresario del mes o del año, para sentirnos exitosos, aunque pase luego el efecto y pronto busquemos una meta más lejana para volver a sentir lo mismo.

En esta propuesta de mantenimiento lo que se busca es cuidar los medios, es cuidarnos y cuidar a otros. Quizás arriesgamos más de lo que quisiéramos arriesgar si nos diéramos cuenta. Dando un paso más, en el mantenimiento sustentable el medio se transforma en el fin, caminar equilibradamente es el medio y el fin.

Contrariamente a la lógica que se ha seguido hasta ahora en Occidente, de crecer y consumir cada vez más, el detener este ritmo de “evolución” y generar un mantenimiento sostenible implica, volver la mirada hacia las propias para necesidades[4], en vez de consumir cada día más y buscar los siempre huidizos e interminables satisfactores. Implica un cambio de lógica, implica volver a re-establecer prioridades, teniendo como principio tomar aquello que necesitemos, no más ni menos. Siguiendo las antiguas metáforas, es como si dejáramos de perseguir la zanahoria de los satisfactores, la eterna promesa que nunca se materializa, y decidiéramos simplemente disfrutar el no perseguirla más.

Si lo miramos a nivel mas global, el concepto de mantenimiento sustentable implicaría (especialmente en naciones desarrolladas o en vías de desarrollo) consumir menos, o mas concretamente, vivir con aquello que se tiene y aprender a utilizarlo eficaz y ecológicamente, de alguna forma es una invitación a una vida sin seguir persiguiendo la zanahoria. Esto permitiría facilitar y compartir los recursos con quienes no tienen lo mínimo necesario para mantenerse saludable.

En síntesis el “mantenimiento sustentable”, pensado tanto a nivel individual como global implica necesariamente volcar la mirada a las necesidades, tomar aquello que se precisa.

Sin dudas resulta ser un desafío complejo, de partida: ¿Quien define y cuanto es lo que necesitamos?, ¿suplidas cuáles necesidades, el mantenimiento sustentable se hace un concepto válido?[5] Estas son interrogantes acuciantes que aparecen de inmediato, y que necesariamente habría que discutir en cada caso en particular, quizás cada quien necesita una respuesta distinta que uno mismo puede encontrar, como también variadas disciplinas nos pueden dar luces, la economía, la sociología y la psicología, entre otras. Estas preguntas a nuestro juicio abren suficiente campo para centenares de ensayos. Sin embargo y más allá de ponernos de acuerdo en estos puntos, hoy pocos se atreverían a discutir que hoy más que nunca se vuelve necesario pensar en soluciones en esta línea. De alguna forma, por la gravedad y complejidad de problemas a los que nos vemos enfrentados, tiene que darse un cambio de forma de pensar, un cambio a nivel lógico, hoy más que nunca se requiere una mayor autoconsciencia en el consumo.

Sin embargo, no hay por qué ser radicales al respecto. A nuestro parecer, no significa vivir con lo mínimo llevado a un extremo, sino que re-descubrir y valorizar aquello que esta a la mano. Algunos podrán tomar la vía extrema y vivir absolutamente a fin de sus necesidades básicas de comida, salud, relaciones interpersonales, etc. Sin embargo, algo más aplicable puede ser el lograr visualizar lo que se tiene, ver qué más se quiere tener, pero saber detenerse. Saber decir “ya me compré un televisor plasma”, no necesito el súper modelo plus ya que sólo me interesa ver televisión con la calidad de imagen que ya tengo, quizás pueda reducir algunas horas de trabajo para poder disfrutar de este televisor con mi familia o amigos”, estos ya son aportes en esta línea.

Puede resultar un ejemplo muy simple y cotidiano, pero que si se lleva a distintos ámbitos puede resultar revelador. Se podría desplegar un mantenimiento según lo que uno tiene, creciendo en equilibrio con permanecer.

Los fanatismos producen mucho sufrimiento, tampoco queremos ser fanáticos del mantenimiento sustentable, sabemos que en un extremo es un imposible, tenemos que continuar conservando la noción de desarrollo, pero creemos que la línea del mantenimiento puede traernos muchos beneficios a todos, algunos pueden aportar mayor equilibrio compensando el desarrollo desaforado que tienen en ciertas áreas (material, de status, etc) con un crecimiento en otras áreas, por ejemplo personal, profesional y creciendo en calidad de vida, lo que paradójicamente podría implicar la vía del mantenimiento sustentable.

Si observamos la dimensión material, tener más bienes de lo que se necesita genera problemas prácticos, implica “arrastrar” una carga de preocupaciones, en cambio, necesitar menos da más libertad, es más fácil moverse, cambiar de rumbos, etc. ¿Cuántas veces no se han limitado por temor a perder algo que posee? Por ejemplo, no salir un periodo prolongado de vacaciones, dado que le pueden robar la casa, o temor a perder el auto si lo deja estacionado mucho tiempo en la calle por ir a divertirse. Son pequeños ejemplos, pero que reflejan que en nuestros días se privilegia las aparentes seguridades, en desmedro de las libertades más elementales, el tener más, el crecer, más también nos conduce a ser más esclavo de nuestras pertenencias.

Un ejemplo práctico que esta libertad es posible de alcanzar en la misma sociedad en la que habitamos lo refleja el movimiento denominado: Vida simple o Simplicidad Voluntaria, un movimiento que comenzó hace mas de 10 años en Estados Unidos, y que hoy tiene variados exponentes al menos 9 países de Europa[6]. Estos grupos con diferentes motivaciones o conjunción de motivaciones (Filosóficas, éticas, ecologistas, religiosas, etc) optan por tratar de darle una vuelta al sistema y propugnan una vuelta a tener sólo aquello que necesitamos, buscando descargar la vida de todo aquello lo que está demás, privilegiando la calidad de vida. Son grupos que se acompañan, comparten ideas y se organizan para aprovechar de mejor forma sus bienes materiales, entre ellos y entre los que lo necesiten.

Algunos de los valores que guían estos grupos son:

  • Eliminar el exceso de posesiones y actividades que puedan producir desorden físico o mental, o que son incompatibles con los valores personales más importantes.
  • Limitar el consumo de bienes materiales a aquellos que realmente se necesiten centrándose en aquellas actividades que produzcan bajo impacto.
  • Trabajar en algo satisfactorio.
  • Vivir de manera que se conserven los recursos naturales, reciclando y compartiendo lo que se tiene.
  • Desarrollar una actitud de apoyo hacia la gente sin medios o con dificultades, apoyo afectivo y económico.
  • Invertir tiempo y energía en desarrollar unas relaciones estrechas con la familia y con los amigos.
  • Desarrollar un sentido de paz y alegría, aprendiendo a vivir el presente
  • Ser más autosuficientes en las necesidades diarias, aprendiendo a reparar las cosas o practicando el intercambio de servicios con amigos y conocidos.

De alguna forma, que los grupos que optan por la Simplicidad voluntaria lleven funcionando varios años, son una prueba fehaciente que es posible de realizar un giro, es un ejemplo muy realista[7]

Si logramos reducir nuestras necesidades, necesitaremos también menos dinero, y si necesitamos menos dinero necesitaremos también trabajar menos tiempo, y así podremos aumentar nuestra calidad de vida, teniendo más tiempo para hacer lo que deseemos hacer, por ejemplo: estar con nuestras familias o amigos, o utilizar este tiempo en hacer lo que nos plazca: caminar, leer, escribir, jugar, cultivar un hobby, etc., hacer aquello para lo cual obtenemos el dinero que ganamos trabajando. Esto es especialmente aplicable para un país como Chile, en el cual el concepto de calidad de vida y reducción de horas de trabajo va muy en contra de nuestros valores como cultura, donde es muy bien visto el que trabaja mucho, y es un “vago” el que no lo hace tanto o el que hace otras actividades por las cuales se va a la hora preestablecida por contrato del trabajo y no se queda más horas realizando el trabajo de un tercero que no existe ya que el trabajo de 3 personas lo realizan 2. El ocio filosófico aristotélico en nuestra sociedad utilitarista Chilena se ha transformado en un pecado capital.

Nos imaginamos que si esta misma visión se traslada a un nivel más global, los conflictos por mayores recursos económicos y energéticos disminuirían, y se podría afrontar, desde otro piso problemas como los de la desigualdad y los conflictos medioambientales.

Finalmente, lo que a nuestro juicio es lo más fundamental, si bien el concepto de “mantenimiento sustentable” es un concepto que busca ser un concepto filosófico, ya que contribuiría a la reflexión, (y que creemos que lo hace) el “mantenimiento sustentable” necesita, para ser efectivo, ser también una práctica, es absolutamente insuficiente sólo reflexionar o estar de acuerdo con un “mantenimiento sustentable” sino se es consecuente en la vida cotidiana con este concepto, si queda solo en la reflexión el “mantenimiento sustentable” se vuelve una idea retórica y vacía, como tantas otras.

El mantenimiento sustentable es útil si y solo si de él se derivan acciones, si a partir de su comprensión se realizan cambios, en los que uno pueda hacer cambios, hacer lo que uno pueda, con lo que tiene, desde donde esta. En un nivel individual se podría emprender un sinnúmero de acciones, un sencillo ejemplo, se podría disminuir el gasto de basuras y reciclar, fabricar compost, o utilizar de forma más eficiente la energía en nuestros hogares, cuidar el gasto de agua y energía eléctrica. Incluso a nivel más concreto, en nuestra vida cotidiana serviría preguntarnos ¿hacia donde voy? ¿Qué sentido tiene? ¿Para qué trabajo 9 o 10 horas a la semana 6 días de ella? ¿La respuesta a la que llego con esa pregunta es del todo cierta? ¿De verdad no tengo para comer si disminuyo algunas horas de mi trabajo? ¿Qué me sale más a cuenta, comprar los medicamentos que tengo que tomar para el estrés, depresión, resfríos varios, ver menos a mis hijos, conyugue, amigos u otros seres queridos ó disminuir unas horas de mi trabajo por un salario menor? Por ejemplo. Como también se podrían desarrollar acciones más sencillas, como por ejemplo aprender a detenerse por unos segundos, respirar, cambiar la postura incómoda en la que estábamos y no nos dábamos cuenta y luego continuar.

En un nivel más amplio se puede hacer aportes en políticas nacionales y/o mundiales que contribuyan, por ejemplo a reducir las emisiones de CO2.

Estas acciones, y cientos de otras, pueden darle y tienen que darle vida a este concepto, sólo así adquiere un verdadero sentido.


[1] Cambio tipo 2, quiere decir: Cambio del cambio, Modificar la lógica de los intentos de solución antes realizados, implica un cambio de nivel lógico dando una respuesta en un nivel lógico superior. Es un concepto inspirado en las ideas de Gregory Bateson y desarrollado y popularizado por Paul Watzlawick John Weekland y Richard Fisch, como parte de la Teoría Cibernética de segundo orden. (Ver texto Cambio, Editorial Herder: España)

[2] Ecológico en un sentido amplio, no sólo en su connotación medio ambiental más popular, ecológico entendido como haciéndonos responsable de las consecuencias nuestros actos.

[3] Homeostasis: (En Biología) “Conjunto de fenómenos de autorregulación, que conducen al mantenimiento de la constancia en la composición y propiedades del medio interno de un organismo (Definición de la Real Academia de la Lengua Española, http://www.rae.es.

[4] El tema de definir y aclarar cuales son las necesidades, es un tema amplio y complejo, que trasciende por lejos este ensayo, sin embargo, por ahora baste decir que varios modelos en Psicología, desde los clásico A. Maslow (1943)y C. Alderfer (1969), hasta mas contemporáneos, L, Doyal (1994) alcanzan ciertas coincidencias, existiendo consenso en establecer ciertas necesidades como fundamentales (alimentación, resguardo, afiliación), aunque hoy se acepta también mayor movilidad y relatividad cultural de ellas.

[5] A Juicio de los autores, cuando no están cubiertas las necesidades materiales y nutricionales básicas, se hace imperativo y ético un desarrollo sustentable, antes que un mantenimiento sustentable, el cual comienza a aportar cuando la persona tiene en gran medida sus necesidades básicas ya cubiertas.

[6] En Alemania, Dinamarca, Suecia, Noruega, Suiza, Bélgica y Escocia existen grupos de simplicidad voluntaria, mientras que en Italia y España funcionan desde hace años los balances de Economía solidaria. Donde hay Charlas, seminarios y reportajes esporádicos. (Extraído de artículo: La vida simple de Carlos Fresneda y Janine Schreurs, en: http://www.holistika.net/vida_sostenible/consumo_responsable/la_vida_simple.asp

[7] Para mayor información sobre Simplicidad voluntaria, existen variados recursos en Internet, entre los que sugerimos están:

(En español)

Artículo que explica los principios de la simplicidad voluntaria: http://www.arqhys.com/noticias/2007/06/simplicidad-voluntaria-un-futuro.html.

Artículos prácticos sobre consumo responsable: http://www.holistika.net/vida_sostenible/consumo_responsable.asp?s

(En Ingles)

Foro de la Vida Simple: www.simplicityforum.org

Guía para recursos de la simplicidad: http://www.gallagherpress.com/pierce/

Movimiento en EEUU, campaña ante la falta de tiempo en la vida cotidiana: http://www.timeday.org/