domingo, 29 de junio de 2008

El viejo mendicante


Como roca, bruma, espíritu,
como mesones que viajan entre las galaxias
a la velocidad de la luz,
has llegado aquí,
mi bien amado.
Tus ojos azules resplandecen, tan hermosos
tan profundos.
Has tomado el camino que trazaste
desde lo que no tiene principio ni fin.
Cuentas que hasta llegar aquí
has atravesado millones de nacimientos y muertes.
Innumerables veces has sido transformado
en tormentas de fuego en el cosmos.
Has utilizado tu cuerpo para contar la edad de montañas y ríos.
Ye has manifestado como árboles, hierba, mariposas, seres
unicelulares y como crisantemos.
Pero los ojos con los que me moras esta mañana
me dicen que nunca has muerto.
Tu sonrisa me invita al juego
cuyo comienzo nadie conoce,
el juego del escondite.

Oruga verde, estas sólo utilizando tu cuerpo solemnemente para
medir la longitud de la rama de rosal que creció el verano pasado.
Todos dicen que tú, mi bienamado, acabas de nacer esta primavera.
Dime, ¿cuánto tiempo has estado por aquí?
¿Por qué haber esperado hasta este momento para revelarte ante mí con esa sonrisa tan silenciosa y profunda?
Escucha oruga: soles, lunas y estrellas se escapan cada vez que espiro.
¿Quién sabe que lo infinitamente grande debe encontrarse en tu minúsculo cuerpo?
En cada célula de tu cuerpo, se han establecido miles de campos de Buda. En cada estirarse de tu cuerpo, mides el tiempo desde lo que no tiene comienzo ni fin.
El gran mendicante de antaño sigue en el Pico del Buitre, contemplando el ocaso incesantemente espléndido.
Gautama, ¡Qué extraño!
¿Quién ha dicho que la flor Udumbara se abre solo cada 3000 años?
El rumor de la marea creciente…
es imposible no oírla si se tiene el oído atento.


Thich Nhat Hanh
Llamádme por mis verdaderos nombres. Editorial La Llave.

miércoles, 18 de junio de 2008

Campaña: Enciende una vela por el Tibet

Amigos, unámonos a la campaña, enciende una vela por el Tibet, durante la inauguración de los juegos olimpicos de Beijing 2008.
Únete hoy a la campaña en:
http://www.candle4tibet.org/es/, y envia una invitación a tus amigos.
Encender una vela es un gesto de presencia, de tomar consciencia y de no olvido.
saludos. Claudio.

jueves, 12 de junio de 2008

Pequeña victoria


Pequeña victoria:

La mayoría del tiempo
somos abismos caminantes
que se equilibran por la cornisa de la vida

No tenemos ninguna certeza
y creemos tenerla,
y peor aún, creemos que permanecerá.

¡Cuan ilusorio es no querer mirar de frente
la insondable incertidumbre!

Y sin embargo aquello,
hay un momento en que,
sin explicaciones ni lógica alguna,
desde la más pura ignorancia
brota en mí un atisbo de claridad,
cotidiana y real.

De pronto…
Luego que la vida me muestra sus naipes,
y me interpela a poner sobre la mesa
lo que el azar dejo en mis manos,
ya sé lo que tengo que hacer.

En un instante,
resuelvo cambiar el rumbo de la partida.
y es que, ya nada es lo mismo,
sé que sólo un juego.

Nadie más lo sabe,
Nadie más lo escucha
no es, ni será noticia en ninguna parte;
y sin embargo,
es de primera importancia existencial,
¡me estremezco!.


Mientras voy sentado en una micro
hacia un rumbo conocido
esbozo una pequeña sonrisa.

Hoy, actué con libertad,
elegí hacer lo único que podía hacer,
Esta noche dije NO sonriendo.

Desde mi interior brotó la más clara certeza.
un pequeño haz de luz germinó de este abismo que soy yo mismo.

¡Hoy he obtenido una pequeña victoria!.

miércoles, 4 de junio de 2008

Comenzar de nuevo


Comenzar de nuevo
Por Claudio Araya Véliz

“Tú eres mi jardín
y sé que he de practicar como jardinero”
[i]
Thich Nhat Hanh


En el presente ensayo quisiera hablarles, de manera personal, sobre una práctica denominada comenzar de nuevo. Es una práctica sencilla, pero que encierra, a mi parecer, una actitud y una metáfora muy poderosa, que intentaré explicitar.
Tengo el convencimiento que esta práctica puede darnos luces y ser una herramienta útil para afrontar, tanto las dificultades interpersonales en la vida cotidiana, como para mirar problemas a nivel social.
Permítanme contarles como fue mi extraño primer acercamiento a esta práctica.


Era el verano del año 2007, en la aldea de los ciruelos, un lugar ubicado al sur de Francia, yo asistía como participante e integrante del staff del retiro de un retiro familiar de verano. Un día, estaba sentado en una sala amplia y bien iluminada, habían pasado pocos minutos de la hora de almuerzo y lentamente comenzaron a llegar familias. Niños y niñas, adolescentes, mujeres y hombres atravesaban la puerta, y en la medida en que entraban, se sentaban en silencio en el salón, entre todos formábamos un grupo de más o menos unas veinte personas.
Los niños y adolescente, de entre 8 a 14 años de edad estaban sentados en una actitud bastante relajada junto a sus padres, los que por su parte, parecían también estar tranquilos, parecía que los pausados y calurosos días de verano contribuía a que el ambiente fuera naturalmente relajado.
Llegó un momento en que la persona que guiaría la reunión cerró la puerta, y dijo: “bien, vamos a comenzar, voy a invitar a sonar a la campana”, y luego de tocarla, y mientras el sonido se perdía en el silencio, afirmó: “Ahora vamos a comenzar la práctica de comenzar de nuevo”.
Yo estaba sentado en medio de personas de varios países: Franceses, Estadounidenses, Ingleses, Alemanes e Italianos; a mi lado estaba sentada una familia Rusa.
He de confesar que esta reunión ha sido una de las más extrañas en las que haya participado, no sólo por la diversidad personas, idiomas y culturas, sino que por lo que observaría después.
La reunión comenzó en inglés, pero luego, cada familia hablaría en su propio idioma.
Para mí, era como estar en medio de la torre de Babel, no entendía nada de lo que se decía, pero a diferencia del relato bíblico, aquí si parecía haber entendimiento, nadie sabia con exactitud lo que en otro idioma se decía, pero importaba poco también, parecía no ser necesario, existía un clima de comprensión recíproca.
Más tarde entendí con más detalles, estábamos participando en la práctica de comenzar de nuevo, una práctica que se realiza en la aldea de los ciruelos desde hace más de veinticinco años, es un momento especial para revisar las relaciones interpersonales.
Permítanme que les cuente brevemente, en que consiste esta práctica de comenzar de nuevo.
En primer lugar, se reúne a los integrantes de una familia o una comunidad en un salón, y se coloca un ramo de flores, o un objeto que se convenga al medio de la sala, y se siguen varios pasos.
Primero, cada uno de los participantes se toma unos segundos para respirar y estar presente, con el sonido de la campana se indica que se inicia esta práctica, y quien lo desee puede disponer del tiempo para hablar, quien desee hablar se levantará de su puesto y tomará las flores del centro de la sala. Mientras esa persona sostenga en sus manos las flores no podrá ser interrumpido.
Luego que la persona tomó el ramo, se acerca y se sienta al frente de la persona a quien quiere dirigirse, el primer paso consiste en indicar en que sentido esa persona que está al frente es valiosa o valioso para quien sostiene las flores, se puede decir por ejemplo: Durante la semana me escuchaste atentamente cuando te hablé del problema que tuve en la oficina, o, llamaste a mi hermana cuando estaba enferma, y eso significa mucho para mi. Es importante comenzar con los elogios, pero diciendo la verdad. Esta primera etapa se denomina, regar las flores.
Después, sólo después, se expresan las cosas de las que nos arrepentimos, por ejemplo: Me olvidé darte las gracias por tal o cual cosa, o, lamento no haberte escuchado lo suficiente cuando llegas cansada del trabajo.
Hasta aquí la cosa es relativamente fácil, la tercera parte es la más delicada, ya que es el momento en que nos lamentamos del comportamiento del otro, aquí se indica algún aspecto en el que la persona no se haya sentido considerado o cuidado por el otro, por ejemplo: El martes has dicho un comentario a nuestros amigos que me ha entristecido, y no entiendo por qué, por favor explícamelo, es fundamental en este punto escuchar con atención sin ponerse a discutir, Es vital también hablar en primera persona, desde la percepción particular, aunque se diga algo que el otro hizo. Somos conscientes que aquello nos molesta por nuestra particular percepción, que se ha formado a lo largo de nuestra historia, se pone especial atención en lo que nos acurre a nosotros.
“Debemos entender que somos lo que somos a causa de nuestros condicionantes. Somos como somos porque hemos nacido en una familia y no en otra, porque nos han condicionado las relaciones con nuestros padres, nuestros hermanos, nuestros profesores o la sociedad…una vez que nos damos cuenta de ello, podemos sentir compasión hacia nosotros mismos y aceptar lo que nos dice la otra persona”[ii]
Mientras quien habla practica el hablar consciente, quienes escuchan practican simultáneamente el escuchar conscientes.
Muchas veces basta el explicar para que se produzca el perdón. Por supuesto sucede que no todas las relaciones son angelicales ni todas las faltas son fáciles de curar, puede que quién escuche no esté de acuerdo con lo dicho, en ese caso tiene todo el derecho a manifestarlo, pero no desde la rabia o ira, por lo que se le insta a no reaccionar en ese mismo instante, sino que después.
Esta sencilla, pero emotiva práctica se denomina comenzar de nuevo, porque implica hacer un alto y establecer un nuevo compromiso, es una práctica de volver a mirarse y volver a mirar al otro.

Volviendo nuevamente a la reunión. Entre las familias que estaban presentes, me llamó especialmente la atención la familia Rusa, que estaba sentada a mi lado izquierdo. Estaba compuesta por la pareja de padres y dos hijos, uno de 6 y uno de 12 años aproximadamente.
El padre, un hombre de tez blanca, calvo y fornido, tenia un semblante severo y tosco, que contrastaba con su menuda y risueña esposa, yo como no entendía nada de lo que se decían, no me fue muy difícil inventar una historia sobre lo que creí que ocurría, basado en los gestos y en su fisionomía. Los niños al principio permanecían callados, en una actitud corporal de no querer participar.
En un momento de la reunión la madre, como era de esperarse, pensaba yo, dio el primer paso, se acercó en silencio al centro del salón y tomo en sus manos las flores, y luego se acercó a sus hijos, allí ella regó “las flores” de sus hijos y luego su “basura” y la “basura” que había observado en sus hijos, finalmente ella se comprometía a regar “las flores” de comprensión y afecto.
Mientras esta mujer le hablaba a sus hijos, su rostro se iba transformando, sus risas dieron paso al nerviosismo, y luego a las lágrimas, yo no entendía lo que se decían, pero sin dudas estaba ocurriendo algo muy poderoso en esa familia, los hijos por su parte, dejaron la postura física de desinterés y se emocionaron, el padre por otro lado, y muy lentamente, fue cambiando la gestualidad de su rostro.
Mientras la madre le hablaba a uno de sus hijos este ponía cara de sorpresa, mientras que su hermano esbozaba una sutil sonrisa. El padre mientras tanto continuaba en posición de observador a un costado, luego de unos minutos, la mujer que al principio se reía con una risa nerviosa, después esbozaba una sutil sonrisa, ella parecía tener un rostro más vivo.
Los hijos no pudieron aguantarse y se abalanzaron a los brazos de su madre, en ese instante, por primera vez, el rostro del padre tuvo un cambio significativo, hizo un gesto de emoción y cerro por unos segundos los ojos.
Luego de los abrazos con sus hijos, esta mujer se puso delante de su esposo, mientras él parecía sentirse incómodo. Ella primero cerró sus ojos y permaneció unos segundos en silencio frente suyo, él inmediatamente siguió su ejemplo, ella luego le comenzó a hablar pausadamente, y a cada segundo parecía estar más emocionada, reitero, no sé, ni nunca sabré qué se dijeron, yo me imaginaba como si a ese hombre se le estuvieran desprendiendo unos trozos de hielo de su cuerpo, sus brazos antes firmes y cruzados, ahora tiritaban un poco, él parecía tratar de esconderlos, sin saber donde dejarlos, su rostro, antes pálido, comenzó poco a poco a tomar color.
Más tarde lo supe, aquella mujer regó las flores de su familia y explicitó con cuidado lo que a ella y a su familia le hacían sufrir, para que la tierra lo transformara, ella privilegió regar las semillas de alegría y felicidad en si misma y en su familia en vez de las semillas del sufrimiento.
Cuando la mujer concluyo con el esposo, se dieron un sentido abrazo, luego ella en completo silencio dejó las flores nuevamente al centro de la sala.
Luego los hijos repitieron el mismo acto que su madre, y finalmente lo realizó el padre, el cual, luego de varios minutos, que parecían horas, parecía dejar atrás lo que le hacía sufrir, y se comprometía nuevamente a regar y cultivar lo que le hacía feliz a él y a su esposa e hijos.
Yo salí de este encuentro muy emocionado, fui testigo privilegiado de esta práctica, a mi juicio sencilla y muy reparadora.
Aquella reunión, donde todas las personas que lo quisieron realizaron esta práctica no duró más de 2 horas, y no me cabe la menor duda que contribuyó a mejorar la comunicación de varias personas, incluyéndome.
Allí me di cuenta que detenerse del hacer y revisar como estamos con nosotros mismos y con otros puede ser una práctica muy poderosa, podemos volver a tocar lo que nos une a nuestros seres queridos, y hacemos el compromiso de comenzar de nuevo.
Miremos esta práctica desde la óptica de la metáfora agraria:
Primero “regamos” las “flores” que queremos que crezcan, es decir, le prestamos atención a las flores que son un símbolo de aquello que nos proporcionan alegría, paz, felicidad, las incentivamos para que crezcan.
Luego se revisan aquellas cosas que no han funcionado, nuestra “basura” y la “basura del otro”, no para ser desechada o negada, sino para que, metafóricamente, sea entregada a la tierra como fertilizante, la tierra así absorber y transforma la basura.
Así como se hace con la basura orgánica en un compost, nuestra “basura” enriquece la tierra, “la basura” se transforma en abono, en nutrientes, que permiten que plantas y flores crezcan saludables.
Si “la basura” inundara el jardín, las flores no tendrían espacio para crecer, sólo si “la basura” está mezclada y absorbida por la tierra, esta se vuelve rica en nutrientes y necesaria para que las flores crezcan.
En las siguientes líneas, quisiera exponer cuales son algunas características de esta práctica, para luego, a partir de los principios que la guían, poder establecer una actitud que nos aporte a afrontar algunas de las dificultades a las que hoy nos vemos enfrentados, como personas y como sociedad.
En primer lugar, comenzar de nuevo significa detenerse, no continuar hacer, significa frenar nuestros continuos intentos por buscar respuestas y soluciones en un lugar diferente a este, o afuera de nosotros mismos.
Comenzar de nuevo significa detenerse en la lucha por intentar responder con los mismos intentos de solución, y con las mismas ideas y creencias de una misma situación, comenzar de nuevo significa evaluar y reflexionar si nuestras acciones nos están produciendo aquello que anhelamos.
Comenzar de nuevo requiere detener el hacer y contemplar el cómo lo estamos haciendo, así por ejemplo, si tengo una dificultad con mi pareja, si continuamente discutimos sobre lo que cada uno espera del otro, o sobre qué hacemos los tiempos que estamos juntos, el practicar el comenzar de nuevo significa, detenerse en los particulares temores y en volver a conectarse con aquello que une como pareja, en ningún caso significa continuar tratando de el punto de vista personal sea considerado como el verdadero, ni siquiera en buscar algún argumento novedoso o alguna nueva estrategia que me ayude a confirmar que yo tengo razón. Comenzar de nuevo es mirar de nuevo la situación y mirar con ojos renovados.
Comenzar de nuevo implica también volcar la mirada, desde un mismo sobre uno mismo, es detener el hacer y mirar al que hace, contemplar qué papel juego yo en aquello que me ocurre, significa preguntarme: ¿En qué punto me siento atrapado?, ¿qué tiene que ver conmigo todo esto?; ¿Cómo yo lo construyo?, y luego, ¿Qué puedo sacar de aprendizaje de estas discusiones?, y más importante aún: ¿Qué puedo hacer yo para regar en mi mismo y en ti aquellos que nos hace sentir plenos y alegres?
La práctica de comenzar de nuevo, como su nombre lo indica, implica una renovación, es abrirse a la posibilidad siempre novedosa que entrega el momento presente.
Un monje en la aldea de los ciruelos decía:
“el pasado es historia, el futuro es un misterio, el presente es un regalo”.
En Español presente significa también regalo.
La práctica del comenzar de nuevo es una práctica de hacerse consciente de la novedad inherente al momento presente, puedo decidir dar un paso, como también puedo optar por no darlo, comenzar de nuevo es sumergirse en la posibilidad de mirar la vida y la no determinación.
El presente es un regalo, y como cualquier regalo es siempre inesperado y novedoso, algo que tenemos que develar. Yo me pregunto: ¿Estamos con una actitud de sorpresa para abrir este regalo? ¿O creemos que ya lo conocemos?
En sánscrito, la palabra Dana significa generosidad[iii], dar, en su nivel más alto, es abrirse sin condiciones es entregarse integralmente a la vida. Como un niño cuando abre un regalo en su cumpleaños, con entusiasmo y sorpresa, el momento presente se nos presenta también como un obsequio. La práctica de comenzar de nuevo nos permite tocar esta y novedad del momento presente.
Quisiera consignar que la práctica de comenzar de nuevo no es en lo más mínimo lo mismo que repetir: “ahora si que si”, o “mañana si que comienzo”, o “hoy soy una persona nueva, te prometo que voy a cambiar”. Estas no son más que promesas de cambio. Y la promesa es una apuesta, no una experiencia.
El comenzar de nuevo es una experiencia y una práctica difícil, que brota de ser conscientes de nuestra historia y del regalo del momento presente.
En la práctica de comenzar de nuevo se pone el foco en la responsabilidad personal, y en lo que puedo hacer hoy, no mañana, tampoco se pone la mirada en los resultados ni en las metas, que siempre pueden variar, y que no dependen completamente de nosotros.
El comenzar de nuevo es una práctica que enfatiza la experiencia presente y la renovación de nosotros mismos, pone énfasis en quien soy yo y qué voy a realizar para estar y sentirme más pleno, y este hacer es congruente y realista, y no sólo una promesa entusiasta.
Comenzar de nuevo no es sólo un acto, no es sólo un hacer, puede tener voluntad también, pero el núcleo de comenzar de nuevo es la práctica y la actitud de detenerse, de ser consciente de uno mismo y del otro, y de este ser consciente, pueden brotar o pueden no brotar acciones.
Depende de cada caso en particular, pero luego de realizar la práctica de comenzar de nuevo, puede ocurrir que nos sintamos movilizados a hacer algo, pero puede que aparezca también el dejar de hacer, por ejemplo, para alguna persona o pareja, que no conversa lo suficiente los temas, este comenzar de nuevo puede significar precisamente hablar, mientras que en una pareja que discute demasiado, el comenzar de nuevo puede llevarlos más bien a guardar silencio.
Lo que quiero resaltar es que, más allá del hacer o no hacer, el comenzar de nuevo implica primariamente detenerse y ser consciente en el momento presente, ser consciente de cómo estoy y cómo está el otro, permaneciendo, y de ese estado pueden brotar o no brotar acciones.
Lo específico de cada situación, y el que pueda actuarse como no actuarse, grafica como la práctica del comenzar de nuevo es una tarea siempre nueva, siempre abierta a las características de la situación y a mi particular estado de consciencia.
Para graficar lo incierto de esta práctica, luego de comenzar de nuevo, una persona puede asumir la actitud de emprender determinadas acciones, por ejemplo un padre opta por estar menos preocupado del trabajo y más preocupado y atento de su hijo, y este padre puede sentir que está en su completo poder realizar esta tarea; en otro caso en cambio, luego de realizarse la práctica de comenzar de nuevo una persona puede tomar la decisión de pedir ayuda, por ejemplo, un padre puede decir: No tengo las fuerzas suficientes para resolver este problema, y tras intentarlo muchas veces, en este momento pienso que lo más sano para mí y para los que me rodean es pedir ayuda, decir: Por favor, ayúdame a ver esto desde otra perspectiva, puede ser una forma de asumir la responsabilidad de algo que no puedo manejar.
Hoy cosechamos los frutos de las semillas regadas en el pasado por nosotros y por nuestros cercanos, sin embargo hoy, en este instante, podemos realizar la práctica de comenzar de nuevo, el futuro es una incertidumbre y están aun las posibilidades abiertas, sin ser tomadas.
Hoy podemos decidir hacer algo diferente, si antes practicábamos los gritos, la descalificación o el castigo, no existe ningún impedimento ontológico que nos impida elogiar las cosas que el otro hace bien o reconocer sus aciertos y talentos, regar las semillas de la confianza en nosotros mismos y en otros, utilizando la metáfora ya usada, podemos decidir regar las semillas del afecto, mostrar lo bien que hacen determinadas labores o lo generosos que han sido en determinados instantes. Lo importante es que esto es una opción, un aprendizaje, no estamos determinados a ser de una determinada manera.
Lo anterior, en lo más mínimo significa negar el desasosiego y la frustración, ni caer en una postura optimista ingenua, al contrario, la práctica de comenzar de nuevo reconoce el dolor y el sufrimiento, y se hace algo con ello, también se reconocen las cosas buenas y agradables de la vida, cosas por lo cual vale la pena vivir, se reconoce “la basura” y “las flores”, y como un buen jardinero, se utiliza y trabaja con cada una de ellas de manera diferenciada.
Reconociendo nuestra “basura”, decidimos observarla, no negarla ni desecharla, no la eliminamos, ya que sabemos que constituye una parte muy importante de nosotros mismos. Continuando con la metáfora, optamos por entregar “la basura” a la tierra, al compost, para que se transforme en abono de nuestro jardín. Sabemos que “sin basura”, sin abono, las flores y los árboles no existirían, nuestros dolores, nuestras rabias están presentes siempre, y de algún modo, son parte de nosotros, pero tomamos la elección de no regarlas. Las utilizamos como nutrientes, no las incentivamos ni lo promovemos, las entregamos a la tierra para que ella la transforme de manera natural, y mientras tanto, regamos las flores y árboles del jardín, es decir , se incentiva aquello que produce alegría y bienestar en nosotros y en el resto.
“Las flores” y “la basura” son dos componentes que, como diría Thich Nhat Hanh inter-son, una es gracias a que la otra es, no puede existir una sin que la otra esté presente, ambas son fundantes del proceso natural de nacimiento y vida, la basura se transforma en flor, y la flor se marchita y muere transformándose en abono.
En la práctica de comenzar de nuevo, nos detenemos a mirar nuestro jardín y nos preocupamos de mantenerlo, ponemos las manos en la tierra, acomodamos "la basura" en un lugar en que se regenera, se riegan "las flores". Cada día el jardín es un nuevo jardín.
Hasta ahora, hemos pensado en la práctica de comenzar de nuevo en un nivel individual, interpersonal o familiar, sin embargo, esta práctica y sus principios, a mi parecer, pueden ser pensadas y aplicadas a contextos más amplios, a nivel de comunidad, nación o de planeta entero.
Tomando como ejemplo el nivel país, en Chile hoy en día la violencia está instalada al interior de las familias, según un estudio realizado el año 2006 por el Centro de estudios de políticas de la Universidad de Chile, por encargo del Servicio Nacional de la Mujer[iv], de cada 100 mujeres que han estado en pareja, aproximadamente 50 han sido víctimas de algún tipo de violencia, 34 de ellas han sido víctimas de violencia física y sexual, mientras que 16 han sufrido violencia psicológica.
En el caso de niñas y niños, según datos entregados por UNICEF Chile[v] en el 2007, de cada 100 niños que viven en el país, 75 de ellos han recibido algún tipo de violencia por parte de sus padres, ya sea física leve, grave o psicológica.
Detengámonos un momento en lo que significan estas cifras, en nuestro país, al interior de sus casa existen hoy niños y niñas aisladas, mujeres que viven en continuo estado de temor, insatisfacción, dolor y rabia, en vez de que su hogar sea un lugar de descanso y bienestar, hoy está dolorosamente presente la realidad de la amenaza y el temor, más que la realidad de la gratitud y el cuidado.
Sin dudas, esta es una realidad psicosocial compleja, e íntimamente vinculada con fenómenos como: falta de oportunidades, desigualdad económica y social, una cultura machista y violenta.
A pesar de su complejidad, no significa que estemos condenados a vivir con este problema, existen otras opciones. No tenemos por qué resignarnos a las lamentables estadísticas.
En Chile, no todas las familias viven e interactúan de un modo violento, existen familias que actúan desde el afecto y el cuidado, hay hogares donde no está presente la violencia como modo de relación. Este punto es muy importante, no estamos condenados a vivir con la violencia, siempre es una opción. Si de cada 100 mujeres maltratadas, hay 50 que no lo son, nuestro trabajo consiste en apoyar a las 50 que lo son, e incrementar el número de mujeres que no son víctimas de violencia. Una práctica fundamental es visibilizar cómo se vive sin violencia, desde el cuidado.
En ningún caso una persona o una familia están condenadas a vivir en el infierno, incluso, si en el pasado el infierno ha sido el único lugar que conocemos, incluso el infierno tiene una puerta de salida, aunque esté algo escondida.
Si se opta por no buscar la puerta de salida, o si simplemente se opta por dejar que las cosas continúen como están, las situaciones de maltrato continuarán igual o peor de lo que estaban, no porque esté determinado que así sea, o porque esté escrito en alguna tabla sagrada, sino porque estos fueron los aprendizajes que tuvimos, los patrones que aprendimos y tendemos a repetir lo que sabemos, hoy decidimos continuar replicando los mismos patrones de conducta.
Como planeta, tenemos graves problemas, entre uno de los más importantes está el de la contaminación y el consumo de excesivo consumo de energías: convencionales, no renovables y contaminantes, que traen como secuelas el calentamiento de la temperatura de nuestro planeta. Los seres humanos hemos incrementado exponencialmente la emisión de dióxido de carbono que se aloja en la atmósfera, lo cual genera que la luz y el calor no puedan escapar del planeta y por ende, las temperaturas están aumentando peligrosamente, produciendo cambios a nivel sistémico en el orbe.
Entre los años 1901 al 2006, la temperatura global media del planeta ha subido 1,6 grados Celsius, siendo los años más calurosos los años: 1998, 2005 y 2006. Algunos estudios científicos demuestran que estas temperaturas son las más altas en miles de años[vi].
Como raza humana, en lo que a uso de la energía y utilización de los desechos se refiere, no nos hemos detenido nunca, y como consecuencia hemos estado ensuciando el planeta a tal punto, que hoy el planeta está enfermo. Nuestro actuar sin detención y sin ser conscientes de las consecuencias ecológicas de nuestros actos ha perjudicado fuertemente al planeta completo.
Tanto en la violencia en la familia, como en el afrontamiento del calentamiento global, hoy es urgente detenernos, reconocer y ser conscientes de lo que estamos haciendo.
La actitud y la práctica de comenzar de nuevo, podría ser una herramienta a utilizar.
En lo que está de fondo en el problema de la contaminación del planeta, el problema de fondo tiene que ver con la visión instrumental que hemos cultivado entre seres humano y naturaleza. Comenzar de nuevo nos puede ayudar a establecer un nuevo trato.
Es importante que el tema de la contaminación y del calentamiento planetario esté cada día presente, y sea considerado en la toma de decisiones; sin embargo, me parece necesario abogar por un cambio más profundo, a nivel de valores, creencias y actitudes.
Aún no estamos condenados al fracaso ecológico, pero estamos muy cerca de estarlo, de traspasar un punto de no retorno. El calentamiento global no es una hipótesis, es una realidad palpable.
Realizar la práctica de comenzar de nuevo, implica ser consciente del daño ocasionado a la tierra, y tras ser conscientes, tomar la firme determinación de establecer un nuevo trato, vivir con menos, disfrutar de lo que ya tenemos, aprovechar el tiempo libre, reparar, reciclar, rehusar.
El tema de la preocupación por el planeta no puede ser un tema que sólo esté de moda, hoy hay evidencia científica sustentable sobre la influencia del hombre sobre la naturaleza, e incluido existen proyecciones de lo que nos ocurrirá si no hacemos nada y continuamos actuando como lo hemos hecho hasta este minuto.
Un nuevo comienzo, un nuevo trato respetuoso, recíprocamente favorable, menos explotador entre seres humanos y naturaleza se vuelve hoy una necesidad urgente.
Espero que pronto tengamos muchas personas realizando la práctica de comenzar de nuevo, por cada nuevo trato que se establezca, hay una nueva posibilidad de dirigir el rumbo de nuestras vidas hacia un mayor bienestar personal, familiar y global.
Mientras estos nuevos comienzos llegan, quisiera concluir con la aplicación de esta práctica en un fragmento de mi vida personal.

Con Anita, mi novia, llevamos más de seis años juntos, y hemos vivido muchas experiencias, alegres algunas y dolorosas otras. Con el tiempo nos hemos dado cuenta que cuando discutimos solemos volver sobre los mismos puntos, pueden cambiar las circunstancias o los hechos puntuales, pero algunas pautas, algunos temas que cada uno de nosotros trae a la discusión suelen repetirse, y terminamos hablando de las mismas temáticas.
Hace algunas semanas, nuestras viejas posiciones afloraron, y durante varios días discutimos acaloradamente, sin que pudiéramos llegar a un acuerdo, nos parecía que estábamos en una discusión donde ninguno “podía dar su brazo a torcer”, cada cual defendía su orgullo y su “particular verdad”.
De pronto, nos dimos cuenta que si continuábamos en esa misma lógica de sólo discutir, no sólo no resolveríamos nada, sino que seguramente las cosas irían empeorando cada vez más, pues la discusión se hacía cada vez más apasionada e ideológica y menos productiva, y ya prácticamente nos habíamos olvidado de lo que había iniciado la discusión.
En un instante, optamos por detenernos y sentarnos uno frente al otro, decidimos detenernos de continuar defendiéndonos desde nuestras trincheras y de mirar las faltas en el otro, y decidimos hacer un alto, realizamos la práctica de comenzar de nuevo, la adaptamos a nuestra realidad, utilizamos unas hojas que simbolizaban nuestra “basura” y “las flores” que deseábamos regar, las primeras las entregamos a la tierra para que se renovaran, y las segundas, simbólicamente las regábamos.
Comenzamos hablando desde nuestras particulares posturas, regamos las flores del otro y también aparecieron nuestros miedos. Me di cuenta cómo esos miedos, están a la base de nuestras afirmaciones al discutir.
Lo que durante la discusión, era un argumento a defender, con la práctica de comenzar de nuevo se fue visiblizando el temor que estaba a la base, cediendo de a poco la solidez del argumento.
Mientras expresaba mi temor, la fachada se hacía insostenible, y el silencio y la atención con que era escuchado me ayudó a dejar mi discurso y empezar a asumir mi temor, además de clarificar qué es lo que quería hacer.
En esta conversación, dejamos en el compost nuestros temores y dejamos en la tierra aquello que nos hacía sufrir, y nos comprometimos individualmente a regar las semillas propias y del otro que produjeran felicidad y alegría en nuestras vidas.
En poco menos de 1 hora logramos reconectarnos con aquellos que nos une.
Por supuesto, esta no fue en ningún caso una solución definitiva, pero ¿existe una solución definitiva en estos casos?, seguramente volveremos a equivocarnos y cometeremos errores, sin embargo también confiamos en la capacidad de cuidarnos cada uno y cuidar al otro.
Personalmente, puedo darme cuenta del poder de la palabra utilizada en esta práctica, hoy, sé que puedo recurrir a ella, ya que me ha servido.
Esta experiencia me ayuda a ilustrar un último principio que quisiera comentarles.
Por su particular naturaleza, el comenzar de nuevo no busca la perfección ni la solución definitiva, siempre es un hacer incompleto, una práctica que pone de manifiesto un proceso en desarrollo, vivo, que por naturaleza está siendo.
El comenzar de nuevo es fundamentalmente una práctica, y como tal, no basta con hablar de ella, sólo funciona si se la practica, es cómo hacer ejercicio, mientras más se raliza más experticia se adquiere.
En la aldea de los ciruelos por ejemplo, se practica cada noche de luna llena y de luna nueva. Allí se asume la necesidad de dedicarle tiempo y energía a renovarse.
La hermana Chang Kong señala:
“En la vida cotidiana uno se reserva tiempo para salir de compras o para lavar el coche, pero no para renovar su amor, y es una lástima, porque ¡es tan importante!”[vii]
El comenzar de nuevo va más allá de una mera dinámica específica, es una práctica, y es también una actitud, es una invitación a no perdernos en la monotonía o en el hacer, implica volver a mirar y no dejar de sorprendernos.
Nos invita a estar atentos y estar despiertos. En este sentido, la práctica de comenzar de nuevo es una continua construcción.












Referencias
[i] Thich Nhat Hanh (2001) Llamadme por mis verdaderos nombres, Tú eres mi jardín, pp.170, Editorial la Llave: Vitoria-Gasteiz, España.
[ii] Pierre Cartier, R & J (2004) Las enseñanzas de Thich Nhat Han, El gran maestro del Budismo comprometido, pp.45. Ediciones Luciérnaga: España.
[iii] Definición extraída de: http://www.jikoan.com/.
[iv] SERNAM (2006), Detección y análisis prevalencia de la violencia en la violencia Intrafamiliar, Estudio realizado por el Centro de análisis de políticas de la Universidad de Chile.
[v] UNICEF Chile (2007) Tercer Estudio sobre maltrato infantil.
[vi] Nuevo informe sobre calentamiento global (2007), en: http://www.neoteo.com/nuevo-informe-sobre-calentamiento-global.neo.
[vii] Pierre Cartier, R & J (2004) Las enseñanzas de Thich Nhat Han, El gran maestro del Budismo comprometido, pp.47.Ediciones Luciérnaga: España.