jueves, 10 de julio de 2008

la voz del silencio


La Voz del Silencio

Por Claudio Araya Véliz


“Quien no ha gustado del silencio

no saborea la palabra”

(R. Panikkar)

La forma más tradicional de comprender el silencio es como ausencia de sonidos, en este contexto encontramos la definición entregada por la Real Academia Española[i], que define silencio como abstención de hablar; falta de ruido, o efecto de no hablar por escrito.

Ya en esta definición, el silencio aparece como producto de una visión dualista y fragmentada de mundo, donde se asoma el versus, silencio versus ruido. El silencio aparece definido aquí, no en si mismo, sino como ‘carencia’ de otra cosa, ‘ausencia’ de voz, ‘falta’ de ruido, ‘efecto de no hablar’, aquí el estado de sigilo es una consecuencia del no emitir sonidos.

Sin desconocer que el silencio puede tener la faceta de ausencia, al menos superficialmente, el presente ensayo busca abordarlo desde otra perspectiva, donde palabra y silencio están entrañable e indisociablemente unidos, donde la palabra y silencio no son dos conceptos opuestos, sino que recíprocos y necesariamente complementables.

Nos acercaremos al tipo de silencio que podemos encontrar en nuestra experiencia cotidiana, un silencio complejo, conjugado, yuxtapuesto y relacionado con el decir, de alguna forma, nos acercaremos a observar la danza entre el logos y el ‘Silentium’[ii], tratando de describir el tipo de bailarín que es el silencio y el lugar que ocupa en esta danza.

Dando un paso más allá, buscaremos también acercarnos a una de las facetas más difíciles de contemplar del silencio, cuando este se transforma en un espacio profundo y contenedor, cuando el silencio permite que se manifieste el ser, lo genuino de los seres.

En el presente ensayo, primero se revisarán y explicitarán algunos aportes preliminares que puedan darnos luces para realizar una construcción no dualista del silencio, llamando a este apartado Primer acercamiento al silencio, posteriormente, revisaremos el estar en silencio desde tres perspectivas: La perspectiva individual, titulándola Silencio e interioridad; luego el silencio y mi relación con otro, llamando a este apartado: El Silencio en el encuentro con lo otro, para finalmente pasar a revisar el silencio y su manifestación en el mundo, llamando a este tercer apartado: ‘Silencio en el mundo[iii]. Concluiremos el ensayo presentando una concepción diferente de silencio. Expondremos la necesidad de que el silencio profundo se transforme en un espacio para ser habitado sin dualidades y con autenticidad.

1. Primer acercamiento al silencio

“Un libro sobre el silencio no deja de ser una contradicción, pero es contradiciéndole como se le entiende y afirma: el salto a la realidad es un salto mortal. No hay otro testimonio posible que el de la muerte”.

(R. Panikkar)[iv]

Si nuestro mundo está infiltrado por el lenguaje, elemento omnipresente en nuestra vida: ¿Cómo hablar de los sentidos del silencio?

El lenguaje es una herramienta que al mismo tiempo nos permite observar, estar en el mundo, y por otra parte nos impone límites insoslayables, nos limita nuestra libertad cuando debemos servirnos a él para acceder a cualquier realidad, especialmente aquí, en un ensayo que busca acercarse al fenómeno del silencio.

Ante este disyuntiva, aparecen dos opciones: la primera es renunciar a describir al silencio con palabras, dejar el silencio en el silencio y hacer lo hacen algunos poetas, simplemente callar, dejar al silencio en el ámbito de lo inexpresable; la segunda alternativa en cambio, implica asumir la contradicción de hablar del silencio, considerando las limitaciones de este acercamiento, la cual viene a ser la elección asumida en la presente obra.

En el presente ensayo no buscaremos hacer una apología del silencio, sino más bien proponer al silencio como un espacio singular de experiencia, como un espacio articulador con una importancia comunicativa fundante.

Buscando un espacio para el silencio:

¿Por qué se dice romper el silencio

y no liberar el silencio?

(Pedro Zaraluki)[v]

Generalmente, se asocia el silencio al sentido auditivo, a nuestra capacidad de oír, o más precisamente el silencio se ha entendido como no escuchar.

Etimológicamente el término silencio proviene del griego ‘Silentium’ [vi] que significa dos cosas: falta de ruido y callar.

En la primera acepción ‘falta de ruido’, existe una definición negativa[vii] del término, mientras que en la segunda acepción, no necesariamente existe una visión dualista.

Callar se transforma en una acción, decidida, elegida, libre, limitada al ámbito humano.

Desde la perspectiva dualista que está a la base de la primera acepción, el silencio es ausencia de sonido, ‘la ausencia’ o falta de ‘algo’, silencio es ‘nada’ de sonido.

Como es fácil de concluir, desde esta perspectiva de ausencia, el silencio es ignorado, incluso se podría afirmar que no es aprehensible en si mismo, sólo es comprendida una baja en el volumen del ruido, como entidad autónoma no es legítimo hablar de él.

Desde la acepción de callar, no necesariamente dualista, es posible sostener que tanto el sonido como el silencio son acciones, y no acciones separadas, sino que íntimamente relacionadas; no puede haber una sin que esté presente la otra.

“Toda palabra es duda, todo silencio es otra duda, sin embargo el enlace de ambas nos permite respirar”

(Roberto Juaroz)[viii]

El filósofo Italiano Sciacca defiende esta interpretación no dualista cuando dice:

“El lenguaje es continuo, silencio y palabra, el silencio no interrumpe el habla, lo hace posible”

(Sciacca)[ix]

La palabra y el silencio están íntimamente unidos en una trama de sentido, que viene a denominarse lenguaje; es una ilusión comprenderlas como entidades separadas.

“El lenguaje no es sólo palabras habladas, pictóricas, musicales. Etc.: es palabra y silencio juntos; no hay palabras sin silencios, el silencio está en el interior de cada palabra (…) es puente de unión entre los sonidos. Los “vacios” de sonido son el “pleno” de los sonidos; las sombras del cuadro son el realce de los colores, las pausas en la música el latido de las notas”

(Sciacca)[x]

El silencio, mal o bien emparentado al sonido, a jugado un papel particularmente polémico en el ámbito de la música.

En lo musical, el silencio puede ser entendido como las pausas entre un sonido y otro, como las comas en la gramática musical, como la pausa o el respiro del músico, sin embargo, también se ha entendido como un componente vital de una melodía, y aún más, como el elemento fundante junto a los sonidos del fenómeno musical.

En palabras del músico Vienes Weber el silencio es un elemento de la composición que forma parte primordial del propio entramado.

De esta postura tenemos como exponente a Gustav Mahler, quien en el siglo XIX incluyó cinco minutos de silencio entre el primer y el segundo movimiento de su segunda sinfonía. Actualmente la música atonal es una referente en la búsqueda del silencio a través de la música.

Más contemporáneamente el músico Norteamericano John Cage[xi] ha compuesto melodías donde el silencio juega un papel capital. A este músico no sólo le interesan los silencio oportunos que puedan hacer resaltar en profundidad una nota, sino el silencio como un configurador esencial de la pieza musical, donde este adquiere un significado particular dependiendo del contexto de la pieza[xii].

El misterio de lo musical pareciera radicar en lo inaccesible de su sentido y en su carácter efímero y transitorio, que se va manifestando instante tras instante, el sentido profundo de lo musical se da gracias al enlace entre lo dicho y lo no dicho, entre el sonido emitido y el callar manifestado.

Santiago Kovadloff[xiii] concluye:

"...hacer música —tanto como escucharla— equivale, para mi, en lo profundo, a guardar silencio”

2. Silencio e ‘interioridad`

“El silencio es la matriz de toda palabra auténtica”

(Jaen)[xiv]

Desde la mirada del mundo ‘interior’, el silencio es un espacio de profundidad, donde se puede manifestar el propio ser. Así parece ser señalado por los dos grandes filósofos del lenguaje del siglo XX, Martín Heidegger y Ludwig Wittgenstein.

El primero hace referencia a aquel silencio que está cargado de significado y que se diferencia del mero mutismo.

“El mudo quiere hablar pero no puede, el que calla puede hablar pero no quiere, y es, precisamente, ese carácter de elección voluntaria el que carga de significado el silencio”

(Heidegger)[xv]

Por su parte Wittgenstein, reflexiona sobre los límites de la Ciencia y de la Lógica, y señala, tanto en su primera formulación, fundadora de la filosofía del lenguaje ideal, como en su segunda formulación, donde fundamenta la tesis de los Juegos de lenguajes, que la palabra tiene un lugar limitado, y que sobre varias materias, es mejor resguardarse en el silencio.

Como muestra de esto, está la ya famosa alocución del parágrafo 7 del Tractatus logico-philosophicus, que indica:

“De lo que no podemos hablar más vale guardar silencio”.

(Wittgenstein)[xvi].

El silencio es una de las condiciones esenciales que permiten que el ser se manifieste con propiedad, por supuesto, también se expresa en el logos, en la palabra, pero antes ha de manifestarse, más primigeniamente en el silencio, Nietzsche señaló:

“El camino a todas las cosas grandes pasa por el silencio”.

No hay que ir muy lejos para poner la anterior afirmación a prueba, basta mirar a una madre o un padre sosteniendo en sus brazos a un hijo recién nacido, ver como se contemplan mutuamente y se reconocen, ver como ese niño le sonríe. Aquí, Madre e hijo, sin decir palabra alguna se comunican. Este es un buen ejemplo de que no se requieren palabras, sino silencio para comunicarse, se necesita un silencio que permita que la presencia del otro se revele.

Al hablar aquí de silencio, nos referimos a la experiencia de permanecer y aparecer, permitiendo que se manifieste el propio ser.

No es un misterio para nadie que uno puede estar en soledad, en aparente ‘silencio’, sin embargo esta soledad no garantiza en lo más mínimo estar en quietud. Estando en una habitación por ejemplo, a pesar de no existir estímulos auditivos o visuales, la persona puede estar muy lejos de estar en calma. Esta persona puede estar sumida en sus pensamientos, cavilando en lo que fue, en el pasado, o divagando en torno al futuro, pensando en planificaciones, las tareas de mañana, las actividades del próximo fin de semana; que duda cabe, nos cuesta mucho permanecer en el aquí y ahora.

El filósofo Ramón Panikkar (1997) nos aporta con una distinción interesante, él distingue tres tipos de silencio, el silencio del cuerpo, el silencio de la voz y el silencio de los pensamientos, siendo este último el más importante y al cual se subordinan los otros dos

Nuestro pensamiento muchas veces se transforma en un reflejo de lo que hemos vivido a lo largo del día, de lo que vemos, oímos y de lo que hablamos, de alguna forma, somos lo que percibimos y también somos lo que nos decimos y le decimos a los demás.

Estamos acostumbrados a volar con nuestras ideas, a perdernos en ellas, nos cuesta mucho trabajo la práctica de volver al estado presente, al silencio de este instante.

Cuando hacemos el ejercicio de volver al presente, ocurren cosas interesantes. Al principio podemos sentir incomodidad, a veces ganas de huir, pero si nos quedamos en él, lentamente el silencio puede ir calando en nuestro organismo, poco a poco, tenemos la oportunidad de volver a nosotros mismos, e irnos vaciando; podemos disminuir la velocidad en que aparece nuestros pensar.

No podemos vivir sin pensamientos, estamos en ellos, nos permiten darle sentido al mundo que vivimos, pero el silencio nos ayuda a nos ser presos de los conceptos, no ser presos de nuestra mente.

Si creemos que nuestros pensamientos son la realidad, seremos esclavos de ellos. ¿Y dónde mora entonces la libertad?, a mi parecer, yace en saber que el concepto es un concepto, no más ni menos que eso, el concepto es una distinción hecha en el mundo, pero no es el mundo.

Esta meta-distinción, la de darnos cuenta que el concepto es un concepto sólo la podemos hacer si tenemos la experiencia del silencio como trasfondo, si al estar en silencio contemplamos nuestro pensar.

Quizás por sus características, uno de los espacios privilegiados para acercarnos a la quietud del silencio sea el espacio de meditación.

“No puedes entender lo que significa “la meditación” si no estas habituado a escuchar el silencio. Su voz invita a la renuncia. Todas las iniciaciones religiosas son inmersiones en su profundidad”

(Ciorán)[xvii]

La meditación es sinónimo de estar consciente, es tener la claridad para estar presente, esté uno haciendo lo que esté haciendo.

Quizás la forma más tradicional y didáctica de meditación, donde aparece con más claridad el silencio sea la meditación sentada.

Específicamente la meditación sentada[xviii] es un espacio donde intencionalmente se dejan afuera los estímulos del mundo exterior, las imágenes y los sonidos, estamos nosotros ante nosotros mismos, nos sentamos en una postura cómoda y decidimos no huir.

Claro, podríamos igual huir, estar en todo momento en los pensamientos, irnos con ellos, creer que somos ellos; pero la postura quieta del cuerpo nos invita al momento presente, nos ayuda a darnos cuenta que hemos estado divagando con nuestro pensamiento por lugares diferentes del presente, entonces, en un segundo, tenemos la posibilidad de volver a estar aquí, donde estamos sentados, respirando, en silencio, meditando.

En este punto, presente y silencio se vuelven muy indistinguibles, el ruido pareciera no ser otra cosa que nuestra mente moviéndonos entre los recuerdos del pasado o las proyecciones del futuro, el silencio aquí no tiene que ver con ausencia o presencia de ruidos, sino que con quietud ‘interior’.

Los saltos de nuestra mente a lugares distintos del presente se transforman en ‘ruido’, sin embargo, mediante la meditación hacemos el ejercicio de volver al silencio del instante, darnos cuenta de la respiración, de la pierna, del calambre, de aquella incomodidad en la espalda.

En el silencio de la meditación, además de aparecer las tensiones corporales, las malas posturas, también aparecer los temas que tenemos pendientes, en ese silencio se van desplegando y haciendo visible nuestra más íntima condición.

El silencio y la quietud como marcos nos permiten ir tomando consciencia de las tempestades de nuestra alma. El silencio permite acoger al ruido y la tempestad, aún cuando nuestra primera reacción sea tratar de huir.

En el silencio está la oportunidad de observar que los pensamientos son creaciones realizadas por nosotros mismos. El sólo hecho de observarlo y aceptarlo les quita urgencia, de alguna forma el silencio supera al pensamiento.

“El silencio que no sólo calla la palabra, sino que sobre todo supera al pensamiento, El silencio pertenece al misterio”.

(Panikkar)[xix]

Volver al momento presente es volver a la quietud, a lo que se manifiesta delante de nuestros ojos. Meditar no es más que focalizar en la experiencia presente, no teorizarla, no relatarla, no intentar atraparla, es simplemente ejercitar el estar presente, una y otra vez. Meditar es volver a mirar donde siempre hemos estado, mirar aquello que siempre yace ahí, el instante que transcurre momento a momento.

Este silencio y este presente son curativos y terapéuticos, de alguna forma optamos por dejar pasar aquellos que nos hace sufrir, volvemos a tocar la dimensión real del presente. Particularmente interesante es que el mismo Buda definió la iluminación de un modo realista y terapéutico, alejado de definiciones mágicas y metafísicas, para el Buda la Iluminación es “detener el sufrimiento”.[xx] .

En el silencio tenemos la posibilidad de mirar nuestras viejas heridas, en el momento en que las dejamos de ocultar con el ruido y las distracciones, las heridas parecen airearse, comienza a actuar el silencio que cura.

Muchas veces, meditar o permanecer en silencio viene a ser como quitarse una antigua venda que ha cubierto una herida ensangrentada por muchos años, al quitárnosla permitimos que a la herida se oxigene, permitimos que el propio organismo despliegue sus propiedades curativas.

Como lo vemos, el Silencio no tiene necesariamente que ver con el ruido o los sonidos físico, tiene más bien que ver con nuestra capacidad de permanecer quietos, incluso si hay ruido en el ‘mundo exterior’.

3. El Silencio en el encuentro con lo otro.

Cuando queremos ver a un otro lo más cercano a lo que esa persona es, tenemos que dejar de lado nuestros diálogos mentales, y comenzar a darle espacio y tiempo al otro, sólo cuando hay silencio ‘interior’ en nosotros, puede aparecer genuinamente el otro.

El silencio es la condición de posibilidad para darle lugar a la ‘realidad’ y a la palabra del otro y lo otro[xxi].

El filósofo Alemán Scheler[xxii] lo destaca:

“La comprensión de uno mismo, que es la primera condición requerida para que una persona pueda hacer entender a otra (…) lo que es, lo que piensa, lo que desea, lo que ama, etc., depende, y muy estrechamente de la técnica del silencio”.

(Scheler)

Puede producirse un encuentro muy genuino cuando mi silencio se encuentra con tu silencio, cuando tú estás presente sin decirme nada y cuando yo estoy presente para ti, sin decirte nada. Sin huir, sin ir a ninguna parte.

Para ‘soportar’ los silencios del otro, para poder caminar por el parque con un amigo sin llenar los vacios con palabras, por la incomodidad del silencio, necesito en primer lugar aprender a convivir con mis propios silencios, y así poder compartir los silencios del otro.

Quisiera compartir una experiencia personal un tanto forzada de silencio, que ilustra lo anteriormente dicho:

En el mes de Julio del 2007, tras un año de preparativos, viajé a un lugar llamado Aldea de los Ciruelos, ‘Plum Village’ ubicado al sur de Francia.

Este lugar es un monasterio Budista ubicado a unas siete horas de París en tren. Allí se realizan durante un mes de verano, un retiro de plena consciencia. En estricto rigor no son retiros de silencio y aislamiento, sino más bien son encuentros donde se busca estar consciente durante todo el día y en cada cosa que se haga: Caminar conscientemente, lavarse los dientes conscientemente, comer conscientemente, hablar conscientemente, etc.

Para poder permanecer en este lugar por un mes, formé parte del equipo que ayudaba a preparar las actividades, fui parte del Staff, asignándome a la cocina.

Eran tantas las personas que participaron en este retiro, entre mil a mil quinientas por semana, que para poder cocinar se formaron cuatro equipos. Nos íbamos rotando cada cuatro días, y durante ese día teníamos la responsabilidad de preparar el almuerzo y la cena de todos los participantes.

El equipo de cocina que yo integraba estaba compuesto por siete personas, seis Monjes vietnamitas y yo. Como se imaginarán, la comunicación hablada era imposible; de pronto me vi trabajando con estos seis Monjes vietnamitas, con quienes me tenia que coordinar.

Aparte de algunas palabras sueltas en ingles que compartíamos, nuestra comunicación se dio forzosamente sin palabras, con gestos, señas, y sobre todo estando en silencio.

Para mi fue una experiencia muy poderosa, el día de trabajo en la cocina era un día muy duro, lavar enormes ollas, cortar cientos de zanahorias y otras verduras, que serían el alimento de ese día de los participantes del encuentro, durante un mes tuve que aprender a convivir con la presencia y el silencio compartido de mis compañeros de equipo.

Por supuesto, entre los Monjes cocineros hablaban entre si, y mucho, pero como era de esperarse, lo hacían en vietnamita. Yo no tenía a nadie a quien hablarle en español en la cocina y no entendía ni una pizca de vietnamita.

En esta cocina se me hizo más evidente que nunca, que cuando no hay palabras, o estas resultan insuficientes, aparece con especial relevancia el lenguaje no verbal, aparecen el cuerpo: mi rostro, mis manos, mis gestos…tu rostro, tus manos, tus gestos…nuestras presencias.

Como el trabajo en la cocina era duro, generalmente hacíamos las tareas de a dos personas. Allí compartir con uno de los Monjes del equipo llamado Phap Hien.

Es un monje de unos 50 años aproximadamente, robusto, de piel morena. Con él fregábamos las monumentales ollas de acero, o pelábamos los que parecían inacabables kilos de zanahorias o pepino. Él se me acercaba cuando estaba muy cansado y simplemente me daba unas palmaditas en la espalda, en silencio. Ese gesto me estremecía mucho en los momentos de cansancio físico.

Él a veces se me acercaba y me decía unas pocas palabras en inglés: ¡¡¡Good Team, Good Team!!! ‘¡¡¡Buen equipo, buen equipo!!!’.

Uno de los momentos más emocionantes durante mi estancia en la Aldea de los Ciruelos ocurrió cuando llegó el momento de despedirme, al concluir el mes de retiro.

Tras haber trabajado juntos ese mes, con Phap Hien nos habíamos hecho amigos, una amistad silenciosa, ya que sólo habíamos intercambiado algunas palabras sueltas en un idioma que no era ni el de él ni el mío.

Antes de partir lo busqué para despedirme, lo encontré sentado debajo de un árbol, descansando, no me recuerdo muy bien lo que le dije, o si le dije algo siquiera, le expliqué con algunas palabras en inglés que en ese instante me iba, le traté de explicar que le venia a agradecer haber trabajado juntos.

Recuerdo que el juntó la palma de sus manos y acercó su frente y mi frente, y así se quedó unos cuantos segundos en silencio, luego puso sus manos en mis orejas.

Por unos cinco segundos estuvimos con los ojos cerrados y en silencio. Yo primero me sentí un poco incómodo y extrañado, pero luego me quedé ahí, respirando, algo nervioso, sintiendo también el agradecimiento a esa persona que estaba delante mío y de quien me había echo amigo.

Sé que puede sonar un poco extraño, pero hoy, al volver a escribir sobre ese instante vuelvo a sentir aquel agradecimiento en el cuerpo, revivo la franca calidez y la incansable sonrisa de ese Monje, de este amigo con quien compartí, fundamentalmente silencio.

4. Silencio en el mundo exterior

“Época pobre de palabra y rica de voces”

(Sciacca)[xxiii]

No es un misterio para nadie que en el mundo occidental el silencio está valorizado negativamente, prueba de ello es la paulatina deshumanización y la priorización de la imagen y la máscara.

Hoy en día, pareciera existir un enorme temor al silencio, una fobia, Panikkar lo denomina Sigefobia.

“La Sigefobia, el miedo al silencio, es una de las enfermedades del hombre moderno. El silencio le aterra, ya no por temor a un Dios silente que pueda castigarlo, sino porque este silencio le revela la ausencia de Dios”

(Panikkar)[xxiv]

Esta Sigefobia está provocando, lo que Panikkar llama logomaquia, que es atender a las palabras pronunciadas y no a su fondo.

“La Sigefobia- el miedo al silencio- es una de las enfermedades del siglo. Esta fobia al silencio- Sigefobia conduciría al hombre moderno a la logomaquia”.

(Panikkar) [xxv]

Si nuestro contexto es desordenado, movedizo y bullicioso no podemos esperar que nuestro espíritu permanezca quieto, nuestra presencia y nuestro entorno no son dos entidades separadas. Si nuestra casa está en silencio es mucho más probable que nuestro espíritu también lo esté, y viceversa.

Mirándolo desde una perspectiva más amplia, somos nosotros quienes construimos los contextos en los cuales vivimos, y somos nosotros quienes lo mantenemos así, el mundo es un reflejo de nuestra intranquilidad y huida.

En las grandes y pequeñas ciudades, el silencio se está convirtiendo en un lujo y está, podríamos decirlo, en peligro de extinción.

En Santiago por ejemplo, el silencio es un bien extraordinariamente escaso, ni siquiera en las mañanas es fácil permanecer en silencio, durante los días de semana, desde muy temprano, se puede escuchar los sonidos de los vehículos dirigiendo a los pasajeros a sus lugares de trabajo, las micros, el metro ya están repletos de personas apuradas trasladándose. He visto a personas a las seis y media de la mañana apuradas, ¿puede alguien ya estar atrasado a las 6:30 A.M?

En el tiempo libre, el silencio parece ser algo insoportable, las personas encienden sus televisores, las radios de los automóviles, en el metro o en la micro las personas se ‘enchufan’ los audífonos con música de sus MP3 e Ipod.

Hoy, incluso al interior de los medios de transporte no existe la posibilidad de estar en silencio, sin estímulos exteriores. En el metro por ejemplo, además de los afiches, hoy aparecen televisores, tanto en los andenes como al interior de los mismos vagones, ni hablar de la publicidad al interior de los túneles.

¿Dónde puede estar una persona si quiere permanecer en silencio?, ¿Tendremos que grabar en los MP3 pistas de silencio?

El filósofo George Steiner en un diario Español describe la situación de nuestra cultura occidental moderna:

“Vivimos en un mundo en el que el poder más terrible es el ruido. El Silencio es el lujo más caro. Tienes que ser muy rico para no oír la música del vecino. Los niños tienen terror al Silencio, pero los mayores también. Por eso nos ponen música en los ascensores”. (Steiner)[xxvi]

¿Dónde puedo ir si quiero estar en silencio?, ¿tengo que viajar fuera de la ciudad?, lo ideal sería no tener que ir a ningún lado.

No podemos negar que estar en silencio es una necesidad, porque en el silencio aparecemos nosotros, nuestra individualidad, y no podemos vivir sin nosotros, necesitamos estar con nosotros mismos.

Hoy en día es en la ciudad donde más se necesita silencio, hoy las personas necesitan construir espacios de serenidad, sin estímulos, sin publicidad, sin ruido.

Por volver a contactarnos con la naturaleza y con nosotros mismos, es que durante los fines de semana con festivos, o durante la época estival, las estaciones de buses y carreteras se atiborran de personas, cientos de individuos tratan de salir de Santiago, buscando lo que no se encuentra en la ciudad.

¡Menuda paradoja! Por esos días las playas, el campo, los campings se saturan de personas buscando soledad y silencio.

Para quienes nos hemos quedado en la ciudad esos días, somos testigos que esta retoma un tono más amigable y silencioso.

Hoy, tenemos el desafío y la necesidad de crear espacios de silencio en nuestras vidas y en nuestras ciudades, y el primer paso es volver a nosotros mismos, transformar el silencio en nuestro primer hogar.

5. Volviendo al silencio, volviendo a nuestro hogar

Como lo hemos revisado, hoy más que nunca necesitamos volver a refugiarnos en nuestro silencio. Hoy, producto del incontable número de distracciones, tareas y estímulos, necesitamos con más urgencia que nunca volver a tocar nuestras genuinas necesidades, contactarnos con nuestra respiración, con nuestra corporalidad, y simultáneamente, sentir que estamos de pie en un entorno dado, volver a sentir la ciudad, los ríos, los árboles, los pájaros.

Construir y cuidar espacios de silencio resulta de vital importancia para nuestra salud física y mental, volver al silencio terapéutico, lograr detenernos y descansar profundamente.

Cuando aparece el silencio, cuando el movimiento se detiene, recién en ese instante la presencia genuina aparece.

Dejarnos tocar por el silencio es sinónimo de permitirnos volver a nuestro hogar.

¿Y dónde está nuestro hogar?, si observamos profundamente, veremos que nuestro hogar está en cualquier lugar, o más precisamente, nuestro hogar es nuestra capacidad para estar serenos.

Así como cuando tras un día de lluvia y tempestad volvemos a casa, al llegar, nos damos cuenta que el viento abrió las ventanas y las puertas de par en par, dejando al interior todo desordenado, frio y húmedo.

Al ingresar, tenemos la posibilidad primero, de cerrar la puerta y las ventanas, luego podemos recoger los papeles y ordenarlos, seguidamente, podemos cambiarnos la ropa húmeda y encender la estufa o la chimenea, Prendemos la cocina y nos preparamos alguna comida caliente, por ejemplo una sopa.

Poco a poco, el lugar que antes estaba húmedo, desordenado y frio, vuelve a ser nuestro cálido hogar, Con los minutos nos temperamos y nos sentimos cómodos nuevamente, nuestro cuerpo comienza a calmarse.

Del mismo modo que en esta imagen, el silencio es nuestro hogar ante la lluvia tempestuosa, ante un torbellino de estímulos y publicidad, y ante los ruidos que nosotros mismos emitimos. Volver al silencio es volver a tomar refugio en nosotros mismos.

Volver a nuestro hogar no es algo distinto que volver al propio silencio, profundo y sereno.

Hoy, más que nunca, como individuos, como integrantes de una familia, de grupos pequeños, de comunidades y como habitantes del planeta entero (Nuestro gran hogar), necesitamos volver a tomar refugio con aquel silencio que cura, en el silencio que está al interior de nosotros mismos.

No hay que ir a ningún lado, ya está aquí, en tu respiración, en este momento.

Estoy seguro que tú, en este instante, puedes escuchar con mucha claridad la voz de este silencio.

“Si no pudimos ser unánimes

moviendo tanto nuestras vidas,

tal vez no hacer nada una vez

tal vez un gran silencio pueda

interrumpir esta tristeza,

este no entendernos jamás

y amenazarnos con la muerte,

tal vez la tierra nos enseñe

cuando todo parece muerto

y luego todo está vivo”

(Pablo Neruda)[xxvii]



Notas de Referencias:

[i] Real Academia Española, www.rae.es, vigésima segunda edición.

[ii] El término silencio proviene del sustantivo latino ‘Silentium’, que significa: falta de ruido y/o callar.

Mateu, R (2001) El lugar del silencio en el proceso de comunicación. Tesis doctoral Departamento de Filología Clásica francesa e Hispánica.

[iii] Por supuesto que esta distinción es arbitraria y tiene por única finalidad ordenar la exposición de argumentos. No pretende en ningún caso buscar presentar una visión fragmentada del silencio.

[iv] Panikkar, R (1997) El silencio de Buddha. Una introducción al ateísmo religioso, Madrid: Siruela.

[v] Zarraluki, P (1994) La historia del silencio, pp. 21. Barcelona: Anagrama

[vi] Mateu, R (2001) El lugar del silencio en el proceso de comunicación. Tesis doctoral Departamento de Filología Clásica francesa e Hispánica.

[vii] El silencio definido negativamente en el sentido que el silencio está definido como falta o carencia de otra cosa, en este caso de ruido, que no está definido en si mismo.

[viii] Juarroz, R (1991) Poesía vertical (antología) edición de F.J Cruz Pérez, Madrid: Visor

[ix] Sciacca M, F (1961) El silencio y la palabra (Como vencer en Waterloo), pp. 99, Barcelona: Miracle.

[x] Sciacca M, F (1961) El silencio y la palabra (Como vencer en Waterloo), pp. 96, Barcelona: Miracle.

[xi] Algunas de piezas son: piezas números y 4’33’’. Octavio Paz le dedico un poema en su obra: Lectura de John Cage, allí señala:

“La música inventa al silencio/La arquitectura inventa al espacio (…)/La música no es una idea/Es movimiento/Sonidos caminando sobre el silencio./Silencio es música/Música no es silencio/Nirvana es Samsara/Samsara no es Nirvana./(…)Música no es silencio/No es decir/Lo que dice el silencio /Es decir/

Lo que no dice./Silencio no tiene sentido/Sentido no tiene silencio/Sin ser oída,/La música se desliza entre ambos (…)/La música es real/El silencio es una idea/John Cage es japonés/Y no es una idea. (Octavio Paz, 1998)

[xii] Un ejemplo del papel capital del Silencio en la obra de Cage se ejemplifica en su obra 4’ 33’’, durante la cual el ejecutante se limita a levantar la tapa del teclado de su piano, dar vuelta las páginas de una partitura en blanco y observar su cronómetro hasta volver a cubrir las teclas, una vez agotado el tiempo de la pieza.

[xiii] Kovadloff, S (1993) El silencio primordial, Emecé, Buenos Aires.

[xiv] Jaen, M, La crónica, camino de perfección, 19/11/1998, pp.16, El País.

[xv] Heidegger En Mateu, R (2001) El lugar del silencio en el proceso de comunicación. Tesis doctoral Departamento de Filología Clásica francesa e Hispánica.

[xvi] Wittgenstein, L (1987) Tractatus Logicus Philosophicus, Madrid: Alianza Universitaria.

[xvii] Ciorán, E, M, El ocaso del pensamiento, Barcelona, Tusquets editores.

[xviii] Por meditación sentada se entenderá la meditación que se practica en varias tradiciones y que tienen en común que la persona se haga consciente de su estar presente, en esta meditación la persona se sienta cómodamente en un Cojín, Zafu o silla, con la espalda erguida, ojos entreabiertos y en una actitud de dejar pasar los pensamientos, practicando el volver a estar presente.

[xix] Panikkar, R (1997) El silencio de Buddha. Una introducción al ateísmo religioso, pp.265,Madrid: Siruela

[xx] Eckhart Tolle, El poder del ahora, un camino hacia la realización espiritual, pp.2, grupo editorial Norma.

[xxi] Por “otro” se entenderá, además de otra persona, cualquier otra manifestación en la naturaleza, además del ser humano, plantas, animales y/o minerales.

[xxii] Tacussel, A (1994) Las leyes de lo no dicho, notas para una sociología del silencio. Revista de Occidente.

[xxiii] Sciacca M,F (1961) El silencio y la palabra (Como vencer en Waterloo), Barcelona: Miracle

[xxiv] Panikkar, R (1997) El silencio de Buddha. Una introducción al ateísmo religioso, Madrid: Siruela.

[xxv] Logomaquia, Del gr. Altercado, Atender a las palabras pronunciadas, y no al fondo del asunto. Extraído de: Real Academia Española, www.rae.es, vigésima segunda edición.

[xxvi] En Entrevista a George Steiner, Mora, M “George Steiner, El último sabio propone el humor y el Silencio como recetas para vivir”. El País 17/01/2001. Diario el País.

[xxvii] Pablo Neruda (1976), Estravagario, pp. 76, Lumen, Barcelona.

4 comentarios:

Bebecologico dijo...

Chicos felicitaciones por la página. Yo no tengo el mismo talento, estética y rigurosidad, o quizás no sea mi forma, pero igualmente quisiera compartir con ustedes lo necesario que es ir tomando conciencia de nosotros y de lo simple de estar vivos. Yo me he llevado lindas sorpresas y aprendizajes con mi pequeñita, aprendiendo que la vida también es sencilla: comer, dormir, abrazarse, reir, jugar, observar, reclamar, sorprenderse, hacer pipí y caca. Y viéndola a ella vivir, experimento lo alienados que estamos de nosotros, como que vivimos fuera y olvidados de lo más básicos, olvidados también de nuestro cuerpo que nos parece ajeno y que ojala pudiéramos evitar en el sus procesos naturales de alimentarse, respirar, sudar, evacuar, como tambien tocar, sentir, oler, saborear, mirar mirando, y escuchar escuchando. Bueno, eso les quería compartir de mi parte y no muy academicamente. Además les propongo un link: Buscando información sobre los pañales reutilizables que uso y vendo, me encontré con una revista que nos invita al consumo conciente. Se llama opcions, y nos ofrece un montón de información, para tomar decisiones de consumo o al menos para saber que consumimos cuándo lo hacemos y que hay detrás de cada producto. Se las recomiendo. Es www.opcions.org o bien http://cric.pangea.org/cast/temas.html

Un abrazo, Sole

Unknown dijo...

Me parece super interesante y academico el desarrollo de ambos temas "mantenimiento sustentable" y la voz del silencio , con carasteristicas de ensayo y un respaldo bibliografico importante se nota una investigacion de lo universal para tratar de hacer un planteamiento personal ,que viene a llenar un vacio importante de vida "La Universidad nos da un conocimiento cientifico para empezar a desarrollar una profesion y aprender de la experiencia propia y de los demas".pero nadie nos enseña a vivir ni menos ser un "buen hijo,padre,hermano,profesional,amigo,ser humano etc,etc. Al final aprendemos de los errores y de la experiencia empirica , buscando en la dogmatica el respaldo de los actos.Voy a darle una segunda lectura mas profunda para poder ampliar mi comentario.Pero ya el solo leerlo me provocó una reflexion profunda.Saludos Jorge A

Camilo dijo...

Amigo,
comparto aqui las lineas que te escribí hace unas semanas aproposito de tu ensayo. Puede que con las correcciones que le hiciste los comentarios que hago no sean tan atingentes...
sin embargo me pareció valioso ponerlas a la libre disposición para promover la reflexión y el sano intercambio de estos temas tan cruciales...
gracias por este espacio
un abrazo
C


"Me gustaría reflexionar con vos acerca de un punto que me queda dando vueltas y si no te importa –intuyo que no- conversar y poner entre parentesis un par de ideas para mirarlas desde otro lado. En una de esas el intercambio es fecundo para ambos…



En terminos generales me parece crucial la idea fuerza del concepto 'mantenimiento sustentable' (que a proposito me pareció felizmente bautizada la idea en tanto originalidad y marketing) a saber: capacidad de goce, deleite y gratitud con el estado presente de las 'cosas' -en el mas amplio de sus sentidos- a la vez con un reconocimiento de la perfección de la vida tal cual es en este momento. Sabiamente gestaltico zen. :) Me parece potente además en cuanto pone el acento en la transformación del sujeto que experimenta su realidad inmediata material, social y económica, -cambio lo que deseo y cambio mi desdicha y disfrute de la vida- por sobre el cambio del mundo externo que le rodea; lo que quiebra directamente con la pretención moderna de mejoramiento de 'calidad de vida' centrado en obtener una mayor tecnología y comodidades materiales como promesa de felicidad y bienestar. O como decía el viejo sabato: ante la sociedad grotesca y nauseabunda de la sobreabundancia primer mundista prefiero la herida de la escaces latinoamericana…. Cita pa entrar en polemica por supuesto, pero esta bueno quedarse al menos con la idea de q la sobreabundancia indiscriminada de recursos y bienes hace rato que dejo de ser una opción que pueda llevarnos a la felicidad como hombres y raza… Es un salto de revalorización del cuadrante de la primera persona por decirlo wilberianamente :) (lo que no es de extrañar siendo psicologos con influencias existencialistas indefectibles) Bueno, fuera de bromas creo q comentarte mas lo entuciasta que me pone la idea y como estoy de acuerdo contigo en todo ello sería redundar de manera repetitivamente reiterada…


Entremos a la digresión

Hay una distinción semántica que me gustaría compartirte, que por supuesto no es mía, sino que la leí recientemente en un libro que me presto Gonzalo titulado 'nuestra huella ecológica'. Esta versa entre la distinción entre desarrollo y crecimiento, la cual podriamos simplificar hablando de criterios cualitativos y cuantitativos respectivamente. Sería interesante puntuar como el crecimiento lo relacionamos con un mayor cúmulo de algo, o mas veloz, o más grande… el tema es crecer, aumentar, ensancharnos, expandirnos, siendo el aumento de x un valor en si mismo: es mejor 10 sucursales de mi negocio en vez de 1 (solo porque 10 es mas grande q 1, ergo es mejor), mas cosas, mas lujos, mas comodidades, mas recursos libres, etc etc… es como el clásico chiste del matrimonio conduciendo por el desierto donde la mujer le dice: "¿estas seguro que vamos por buen camino?", a lo que él contesta: "no, ¡pero estamos haciendo un tiempo increible!", metafora evidente de nuestro estado actual social. Me parece que la idea de progreso, emblema indiscutible de la modernidad, se leyó generalemte en este sentido. Mas cosas para todos y seremos todos felices, crezcamos indiscriminadamente y todos seremos felices. Las problematicas evidentes de esta postura como decias las estamos pagando con el desastre ecologico y los problemas de lo que pasa cuando mi anhelo de crecimiento se topa con el tuyo, en un mundo con recursos y espacio limitados y finitos. De tan grande que ahora estamos que no cabemos en el planeta…



Por otra parte estos tipos distinguian la idea de desarrollo como una optimización de las condiciones presentes, no un más, sino un mejor. Siendo importante dejar en claro que el mas y el mejor no siempre se tocan, de hecho pueden ser contrarios como se podría desprender de tu ensayo. Voy a eso en seguida.

El punto es que el concepto de desarrollo implica una optimización del estado presente en tanto despliegue de potencialidades implicitas… desde este lugar me gustaría abogar de defensor del diablo de esta idea (pues como sabemos suele ser de mal gusto en circulos constructivistas postmos sostener una epistemología evolucionista 'a esta altura del camino') en tanto, esta idea del desarrollo, no necesariamente implica una negación o incluso disconformidad con el estado presente. Aristotelicamente diriamos que para el maravillarse y bendecir la presencia perfecta de la bellota de hoy no necesariamente tenermos que negar o prescindir de la intelección o intuición del roble que será mañana, porque además, desde una lectura, ya es ese gran roble de mañana (aquí le introducimos su sazonada zen pal sabore). Fuera de tallas amigo, siento que el tema del desarrollo implica esta paradoja, entre el estado presente y el potencial futuro a la que también las tradiciones orientales hacen referencia. Es otra cara del viejo mambo del viaje que hablamos la otra vez ¿para que viajar o necesitar moverme de donde estoy si ya todo es perfecto?, si lo que necesito esta en mi, porque siento q tengo que ir a otro lugar 'x' donde me enseñen, donde penetrar mas profundamente en el gran misterio de esta existencia, viajar donde este la papa alla afuera (siempre lejos de casa, siempre en otro recondito lugar esperando ser desentrañado) si cuando llegue ahí quizas descubra que todo estuvo siempre incluido en esta respiración. Todos repiten a coro que la iluminación consiste en abrirte a la gran verdad de tu real naturaleza iluminada y perfecta de este momento, shikantaza y solo sentarse, la conciencia de este momento, limpida y profunda, todo incluido desde siempre y para siempre….. y sin embargo…. Siempre han habido caminos, siempre esfuerzos de hombres que se han buscado a si mismos como unica meta valorable en esta vida, siempre movimientos, viajes, preguntas e incorformidades –¡benditas inconformidades, angustias y molestias que no dejan quedarte quieto!- que han impulsado a quienes se han tomado en serio los cinco minutos de juego que tenemos en esta tierra; que por supuesto como hablabamos la otra vez puede tener su contrapartida neurotica del que desea patologicamente lo que cree no tener en el ahora. Una neurosis de voracidad de desarrollo, cronicamente insatisfecha con el hoy. ¿Cómo equilibrar o integrar la sabiduria de la no prentención, de la anulación de todo deseo –incluso el deseo de no desear- con el natural aliciente del desarrollo? ¿como hacerlo para conciliar el saber que soy mas de lo que soy ahora, que hay abismos sin explorar aun aquí y estructuras de ser aun sin desplegarse que ya estan presentes y que sin embargo soy perfecto en mi acaecer cotidiano? Y extrapolado a lo social inmediato ¿Cómo hacer para conciliar la reduccion de necesidades, la obtención de goce con mi realidad inmediata natural con la intuición de que pueden haber mejores formas de vida, de sociedad, de economia y de convivencia?.

A lo que voy en el fondo estimado es que me parece sano distinguir entre la locura acumulativa, exitista barata centrada en la obtencion de mayor crecimiento y progreso como un fin en si mismo (el mas!, mas!, mas!) y la intuición de que existen lineas de desarrollo que sin despreciar, ni negar, ni juzgar negativamente lo presente (al contrario, ensalsandolo y agradeciendose de él) incorporen la idea de desarrollo como una optimización de lo presente en tanto despliegue de lo que ya existe en el (el clasico ejemplo de locura al despreciar o renegar de un niño por q esta en estadio preoperacional y no tiene acceso al mundo operacional formal).

Como deciamos hace un rato, el mas y el mejor no siempre se tocan… de hecho uno podria intelegir que según lo que planteabas en tu escrito 'es mas desarrollado' o más 'evolucionado' o mas 'libre' (los que suelen ir de la mano) la capacidad de conformarse con lo que se tiene en el momento, no mas de lo que necesito para vivir. Y este mejor curiosamente aquí significa menos, no más. Ya que mientras menos necesite, mejor…


Como sea, baste de digresión por ahora…

Paz

Claudio Araya Véliz dijo...

Querido amigo Camilo:

He vuelto a re-leer tu comentario, y tras una larga digestión (de meses) me animo a hacerte un comentario.
Sin dudas compartimos la diferencia entre progreso y desarrollo, el primer término, hijo del pensamiento moderno, industrial, ingenuamente optimista (a mi parecer) y el segundo, una especie de primo reaccionario, más realista, pero que aún cree, que no se da por vencido.
Me resultó especialmente relevante que pones la mirada en una "aparente paradoja", que consiste en como conjugar la idea de desarrollo y la idea de estar presente. Creo que el tema es complejo, pero quisiera compartir una idea que me rescata en este tema:
El presente es cualquier cosa, menos estático y definido, y a mi jucio, no son para nada compatibles estar atento a un presente cambiante con el concepto de estar quieto o estancamiento, de alguna manera, quien se estanca no puede estar presente. (en lo personal asocio el estancamiento con quedarse pegado en algo que no está presente)
Por su caracter dinámico entonces, creo que solo nos queda desarrollarnos en el presente, ¿Puede haber estar presente sin desarrollo?, en este punto me doy cuenta que hablo de un desarrollo complejo de definir, sutil.
Quizás, sólo desarrollando la atención podamos estar más tiempo atentos en el presente, con flexibilidad y libertad, así naturalmente lo vayamos optimizando.

Esta idea, creo que merece más vueltas y reflexiones, que espero pronto podamos tenerla.
Amigo, un fuerte abrazo y mucho cariño para vos
disfruta tu habitar en Tarapoto

Claudio